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Un año más nos invade el “Black Friday” y en un mundo globalizado como este en el que vivimos ya no se trata sólo de una costumbre americana, sino que ha logrado extenderse mucho más allá.

¿Sabéis cuál es el verdadero origen del “Black Friday?. La primera vez que se mencionó este término fue el 24 de septiembre de 1869 para referirse al desplome del mercado del oro en Estados Unidos, dejando a muchos financieros de Wall Street en la más absoluta bancarrota.

En lo que se refiere a las compras, el “Black Friday” es el día después del “Thanksgiving” o Día de Acción de Gracias.

Se celebra el día siguiente al cuarto jueves del mes de noviembre. Ese día queda inaugurada la temporada de compras navideñas con importantes descuentos que incitan al consumo. ¿Para qué esperar si puedo comprarlo ya más barato?

Como veis su significado actual dista mucho de su origen real, pero lo hemos incorporado a nuestra cultura consumista.

Si a unas ofertas atractivas añadimos nuestra toma de decisiones emocional, la ecuación es perfecta.

Y es que compramos por impulsos, dejándonos arrastrar además por el “efecto manada”: “hago lo que hacen los demás porque si no quedo excluido/a del grupo y eso no me gusta”.

Para nuestro cerebro existen dos métodos diferentes a la hora de tomar decisiones que además están relacionadas con diferentes estructuras cerebrales:

  1. El método cognitivo. Es la forma racional mediante la que tomamos una decisión. Analizamos todo lo analizable, y posteriormente tomamos la decisión a la que podría llegar cualquier otra persona utilizando este mismo método.
  2. El método emocional. Este método “nos puede” literalmente. Según los últimos estudios, el acto de decisión de compra dura unos 2,5 segundos y hasta el 95% de las decisiones de compra se organizan en la parte subconsciente de nuestro cerebro.

Llegados a este punto, cabe preguntarse… ¿Por qué? ¿Qué nos lleva a que la mayoría de decisiones que tomamos cuando compramos sean emocionales?

Pese a que el método cognitivo sea una forma mucho más útil de tomar decisiones que el emocional, la balanza se inclina hacia este último. La “culpa” de que actuemos así la tiene nuestro cerebro más primitivo.

Hemos tenido que adaptarnos a muchos cambios en poco tiempo, pero no debemos olvidar que nuestro cerebro procede de un largo proceso evolutivo en el que sólo sobrevivían los/las que mejor se adaptaban.

Así pues, nuestro cerebro está desarrollado para la supervivencia y si queremos sobrevivir, debemos actuar de manera rápida: no vale eso de pararnos a pensar, porque si lo hacemos es posible que nos pique la serpiente venenosa o nos devore el león.

El entorno en el que nos movemos, ha cambiado mucho. Sin embargo, cuando nuestro cerebro se ve sometido a una presión, se activa nuestro “yo” primitivo y tomamos decisiones de manera emocional, simplemente para sobrevivir.

Eso lo saben muy bien los expertos/as en marketing, los/las comerciales, quienes se dedican a vendernos algo. Juegan con las luces, los colores, los olores, la música… Todo nos conduce a consumir y a hacerlo ya, sin pensar, dejándonos llevar por las emociones.

Los que tenemos hijos conocemos muy bien qué es eso de la presión: cuando todo el mundo se lanza a la vorágine de las compras navideñas (o pre-navideñas), no te puedes quedar atrás porque… ¿Qué pasaría si tu hija se quedase sin esa muñeca que ha pedido a Papá Noel? Hay que comprarla ya antes de que se agote.

Es muy fácil entrar en esa dinámica, y el “Black Friday” es una excusa más para no quedarnos “fuera de combate”. Lo necesitamos todo, ahora.

Pues bien, creo que este año voy a aplicarme aquello que decían los Steely Dan allá por los 70 en su canción “Black Friday”:

“Wen Black Friday comes (…) Gonna do just what I please (…) Gonna let the world pass by me.”

(“Cuando llegue el “Viernes Negro” (…) Voy a hacer lo que me plazca (…) Voy a dejar que el mundo pase por mi”).

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Y saltó la noticia: quiebra el touroperador británico Thomas Cook. ¡Boom! El segundo mayor del mundo y el más antiguo de los touroperadores ha caído dejando a 600.000 turistas “desperdigados” en lugares diversos.

Esta quiebra afecta especialmente a destinos tan importantes para el sector turístico de nuestro país como Canarias o Baleares (Thomas Cook gestionaba más de 11.500 plazas de hotel y trajo a España 7,1 millones de turistas).

El día anterior a que la noticia se hiciera pública, el sector hotelero intentaba “in extremis” un plan de rescate que incluía ampliar los plazos de las deudas. Pero nada dio resultado: definitivamente Thomas Cook había entrado en quiebra.

Ahora son muchas las incógnitas que se ciernen en torno a ello: ¿Cómo una empresa de las dimensiones de Thomas Cook ha llegado a este punto?

La situación de la empresa no era buena, con pérdidas superiores a sus deudas. Además de esto, otros factores han contribuido a rematar la caída como la incertidumbre del Brexit, la depreciación de la libra y el auge de la contratación directa.

En los últimos años Thomas Cook fue testigo de su propio destronamiento por plataformas como Booking o Airbnb donde el cliente contrata directamente los servicios a través de internet.

De nuevo los cambios, la evolución… Nada que no hayamos vivido ya en otros sectores.

Recurriendo a los paralelismos musicales, la industria musical también ha sufrido una gran transformación en los últimos años.

Los 90 fueron el final de la “época dorada” de las discográficas. El final del soporte físico: desaparecieron CD’s y discos para dar paso al formato digital.

Los hábitos de consumo estaban cambiando. Apareció Napster, una web de descarga ilegal de música. Pero las discográficas le ganaron la batalla en 2002 llevándola a la quiebra.

Sin embargo, esa victoria resultó un tanto amarga ya que habían surgido muchos imitadores. El fenómeno era imparable. En 2003 Apple lanzó iTunes como alternativa a las descargas ilegales. El negocio funcionaba y pronto le salieron imitadores, hasta tal punto que hoy es normal comprar música en formato digital y por internet.

¿Quién no utiliza plataformas como Spootify para escuchar música, crear listas de canciones favoritas y compartirlas? Los usuarios consumen contenidos gratuitos y de pago y las empresas se financian con las cuotas de las suscripciones y los anuncios.

Todo ello paralelo con: tiendas virtuales (iTunes, Amazon Music), macro tiendas físicas que engloban música, videojuegos y electrónica con salas para conciertos como es el caso de FNAC.

El futuro está a la vuelta de la esquina y poco a poco veremos cómo convergen las grandes plataformas de streaming y las redes sociales. Podremos asistir a conciertos de nuestros grupos favoritos sin salir de casa a través de gafas de realidad virtual o aumentada. Gracias a los Big Data, disfrutaremos de servicios o experiencias personalizadas. Los artistas recurrirán a la inteligencia artificial para componer parte de su música.

De hecho ya estamos viendo como Amazon amenaza a Apple y Spootify haciendo que se tambaleen sus tronos en el universo streaming.

El sector turístico (igual que el musical), también está inmerso en múltiples cambios. Ha cambiado la forma de comprar los billetes: cada vez son menos los que acuden a agencias de viaje para hacerlo. Las plataformas como Booking o Airbnb le han dado la vuelta a la manera de contratar alojamiento cuando viajamos.

La inteligencia artificial y el machine learning a través de recomendaciones personalizadas lograrán que el turista viva esa experiencia única que busca.

Las redes sociales arden con comentarios y fotos de los lugares que hemos visitado.

El nuevo cliente busca que le faciliten la vida y en un entorno como el actual, lo encuentra mediante herramientas prácticas (en forma de Apps) que ofrezcan soluciones rápidas y sencillas a sus necesidades: poder controlar en todo momento su equipaje, disponer de vehículos autónomos a su llegada a destino, aplicaciones móviles donde concentrar toda la información del viaje…

En la época medieval, los reyes se destronaban a base de espadas. Ahora los reyes se destronan a golpe de tecnología. Vivimos en una época de cambio constante en la que debemos adaptarnos a las necesidades de nuestros clientes más que nunca.

No es momento de buscar culpables sino de aprender que cada revés de la vida supone una oportunidad de cambio que nos empuja a levantarnos y evolucionar.

Como canta la banda británica BMTH (Bring Me The Horizon) en su tema “Throne”: “Así que puedes lanzarme a los lobos. Mañana regresaré, líder de toda la manada. Dame una tremenda paliza. Cada herida me dará forma. Cada cicatriz va a construir mi trono”.

Y yo me pregunto… En este juego de tronos, ¿quién será el próximo rey?

 

 

 

 

 

 

 

 

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En 1977, los Queen cantaban aquello de “No time for loosers, because we are the champions of the world”. La canción se ha convertido en todo un referente para el mundo del deporte pero como todo, es aplicable a muchos otros entornos.

Y es que ahora es el momento de luchar para ganar. Pero no luchar de cualquier manera, sino hacerlo con verdadera pasión y entusiasmo porque sólo así se consiguen las victorias más dulces.

En este cóctel también entra en juego otro ingrediente fundamental como es la motivación. La palabra proviene del latín “motius” (movimiento) y el sufijo “-ción” (acción y efecto). Por lo que estar motivado implica “pasar a la acción”.

Para la psicología, el entusiasmo es una motivación positiva.

Son muchos los artículos que hablan sobre “Motivación laboral”, “Cómo motivar a nuestros empleados”, etc. Sin embargo, existe una neurociencia de la motivación que nos indica cómo se desarrolla ese proceso. Y es que nadie se motiva porque sí.

Un estímulo que nuestro cerebro interprete como una recompensa potencial implica que está produciendo una liberación de dopamina en el sistema de recompensa cerebral. Si además, pasamos a la acción y desarrollamos una actividad para conseguirlo, liberaremos adrenalina que nos preparará física y mentalmente para tal acción.

Si finalmente lo conseguimos liberaremos serotonina que nos provocará un estado de satisfacción el cual a su vez facilitará unos cambios cerebrales que nos llevarán a motivarnos con dicha actividad y aprender los pasos necesarios para volver a conseguirlo.

Resumiendo: si estamos motivados/as aprenderemos mucho mejor que si no lo estamos. O si no, pensad por un momento en cuando ibais al colegio o a la universidad. Seguro que recordáis aquella asignatura que os costaba tanto aprender porque no os motivaba nada. Cualquier cosa que ocurriese a vuestro alrededor, bastaba para distraeros.

Eso nos ha pasado a todos… Aún hoy, cuando salgo de gira con mi banda, hay situaciones que me hacen estar más o menos motivada y eso-pese a que intente que no se note-, te acaba acompañando en el escenario.

Por tanto, es súper importante estar motivado/a para dar lo mejor de ti. Eso lo saben (o deberían saberlo) muy bien los empresarios o quienes tengan equipos a su cargo.

Un empleado/a motivado rinde mucho más que otro que no lo está. Pero… ¿En qué consiste eso de la motivación laboral?

La motivación empresarial se refiere a la capacidad que tienen las empresas de que sus empleados se impliquen para dar lo mejor de sí y conseguir los objetivos marcados por la organización.

 

Si estamos motivados, seremos mucho más productivos, nos sentiremos más realizados en nuestro puesto de trabajo y nos identificaremos con los valores de la empresa. Los empleados pasan a sentirse parte de la empresa, lo que los llevará a trabajar a fin de conseguir lo mejor para ella.

6 consejos para motivar a tu equipo:

  1. Sitúa a cada trabajador en el puesto que mejor se adecúe a su perfil personal y profesional.
  2. Fortalece las buenas relaciones dentro de la empresa y promueve acciones que favorezcan la cohesión del grupo.
  3. Preocúpate por la integración de nuevas personas. Procura darles una buena bienvenida y ofrecerles tiempo para que se adapten a su puesto de trabajo. Además sería bueno también que le ayudases con aquellas dudas que puedan surgirle.
  4. Aprende a delegar. Es algo muy saludable delegar responsabilidades en los miembros de tu equipo, siempre en base a las capacidades o destrezas de cada uno/a. Esto te permitirá centrarte en otras tareas.
  5. Reconoce el trabajo bien hecho. Hay que aparcar los egos y felicitar a quien se lo merezca.
  6. Intenta mejorar (en la medida de lo posible) las condiciones laborales. Esto contribuirá a que estén más motivados. Las mejoras pueden ir desde mayor flexibilidad horaria, incremento de salario, incentivos en forma de “experiencias” (escapadas de fin de semana, entradas para el cine o el teatro).

Sobre todo, antes de implementar cualquier plan o estrategia para conseguir motivar a los empleados, lo mejor es conocerlos: saber cuáles son sus puntos fuertes, sus debilidades, qué les gusta hacer en su tiempo libre, etc.

Sólo conociendo bien a tu equipo, sabrás cómo llegar a ellos/as de verdad. Y si lo consigues, tendrás a alguien 100% implicado.

Termino tal como empecé, parafraseando a Queen: “No es el momento para los perdedores, porque somos los campeones del mundo”. Qué bien suena eso, ¿no os parece?.

 

 

 

 

 

 

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Bien pensado, una banda de rock y una empresa tienen muchos paralelismos: los fans, la motivación, tratar de innovar, crear algo. Pero de todos esos paralelismos hay uno en concreto que ha dejado muchas víctimas en el camino: la gestión de egos dentro del equipo.

La palabra “Ego” proviene del latín y se traduce como “Yo”. Para el mundo de la psicología, el ego es la manera en que psíquicamente una persona se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad.

En lenguaje coloquial, hablamos del ego como un exceso de autoestima, de amor hacia uno/a mismo/a. Existen en nuestro idioma, palabras como ególatra o egoísta que hacen referencia a ello.

Como ya sabéis en una banda de rock, los componentes se unen en torno a algo que les entusiasma, y es su pasión por la música. Pero como decía mi abuela “Cada uno/a es de su padre y de su madre” (otra frase rescatada de la sabiduría popular). Y ahí es donde llega el problema…

¿Es posible que personas diferentes se pongan de acuerdo para hacer algo? Os diré que en un grupo de música o en una empresa, es no sólo posible, sino necesario. Pero ¿Qué ocurre cuando una o varias de esas personas tienen un elevado nivel de ego? Simplemente que la convivencia puede llegar a ser insoportable.

Entonces… ¿Cómo lo hacemos para manejar esa situación? A veces es difícil “controlarlo” y la presión termina por destruir el grupo.

Bandas como Oasis, Pink Floyd o los mismísimos Guns N’Roses, han acabado separándose “por culpa” de egos exacerbados.

Otros no se separan, pero se ven “obligados” a “convivir” con esos egos. Ya es célebre la frase del bajista y vocalista de Kiss (Gene Simmons), quien en una ocasión dijo algo así como: “¿Yo Dios? No, sólo soy su mano derecha”.

La persona portadora de un ego tan exacerbado, lo primero que debe hacer es aprender a bajar el volumen. Sólo desde un plano menos ególatra, podrá empezar a tener relaciones sanas con el resto del grupo.

Recordemos que una banda de rock no deja de ser un equipo, y éste nunca es una suma de egos. En una banda de rock, cada uno de sus integrantes tiene un rol concreto: alguien cantará porque tenga dotes para ello, otros tocarán algún instrumento…

Pero para que todo fluya de manera armoniosa, cada uno/a de los componentes del grupo debería tener libertad suficiente para aportar ideas tanto en la composición de las canciones como en la puesta en escena.

Sin embargo, hay grupos en los que un solo miembro de la banda asume el rol protagonista queriendo hacerlo todo él y privando a sus compañeros de dar su opinión.

Muchas veces, el ego oculta un miedo atroz a que alguien que no seas tú, consiga destacar en algo. Einstein decía que cuanto mayor era el conocimiento, menor era el ego y viceversa.

Sin embargo, un grupo de rock debería ser la suma de varios talentos. Se necesitan todos y cada uno de ellos para construir un equipo sólido que consiga sus objetivos (en este caso, llegar al público y vender sus discos).

A veces, si el ego es demasiado intenso, la única solución pasa por deshacerse del miembro “tóxico” para que el equipo pueda seguir avanzando. Eso sí, la persona que venga deberá “estar a la altura” del resto de sus compañeros.

Algunos consejos para gestionar egos dentro de un equipo:

  • En primer lugar es necesario que quien gestione el equipo conozca muy bien a cada persona.
  • Manejar objetivos claros desde el principio, siempre fomentando la cultura del respeto.
  • Recordar que todos vais en el mismo barco.
  • Plantear retos. Para mantener ocupado al equipo hay que plantearles retos y desafíos que vayan en proporción al nivel de talento y cualidades de cada persona. Así se consigue “compromiso”.
  • Aprender a resolver conflictos. Los conflictos deben resolverse de manera rápida y diplomática para que no se conviertan en un problema.
  • Haz valer tu liderazgo. No todo el mundo tiene capacidad para ser líder. Pero ¡ojo! Un buen líder tiene que ser capaz (entre otras cosas) de reconocer el trabajo bien hecho y compartir los logros.
  • Mantener una comunicación constante entre todos los miembros del equipo.
  • Enfócate en satisfacer a tus clientes-fans haciendo lo que te apasiona. Sólo desde ahí conseguirás llegar a ellos.

Como decía el gran Marlon Brando: “Un actor es una persona que no te escucha a menos que estés hablando de él”. Y es que a todos nos gusta sentirnos protagonistas, pero ceder el protagonismo a otra persona no resulta fácil, ¿verdad?

Prometo volver en breve con un nuevo post, pero hasta entonces… Por favor, sed felices.

 

 

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Corría el mes de julio de 2017 cuando hallaron muerto en su casa de Los Ángeles a Chester Bennington, vocalista y líder del grupo de rock Linkin Park. La verdad es que a todos los que somos fans del grupo, la noticia nos cayó como una jarra de agua fría.

Cuando se subía a un escenario, Bennington era puro rock & roll. De lo contrario, la cosa no habría funcionado. Su voz prodigiosa, su actitud y muchas buenas canciones, hicieron de Linkin Park una banda de culto.

Pero lo mejor no era sólo su música. La banda supo adaptarse a los “nuevos tiempos” y ampliar sus miras.

La música en general no atraviesa su mejor momento, y los que nos dedicamos a esto lo sabemos. Caen las ventas de discos, las descargas musicales, pero en cambio los servicios de streaming suben.

La tecnología ha forzado a muchos artistas a replantearse la forma de hacer negocios. Los artistas de más éxito, vislumbran nuevos horizontes y deciden dar el salto para expandir esos negocios a otras áreas como la moda, la tecnología o los videojuegos.

Los chicos de Linkin Park resultaron ser bastante avispados. Ya en 1.999- antes del lanzamiento de su primer álbum-, la banda con la ayuda de un banquero de inversión, estableció una firma de innovación llamada Machine Shop con el objetivo de incrementar sus ingresos.

Machine Shop se centraba en servicios de marketing y en los videojuegos.

En el 2.000, la banda a la par que autoproducía su primer álbum, decidió crear un plus a través de conversaciones en línea entre ellos y sus fans.

Por aquél entonces, una joven becaria llamada Jessica Sklar que trabajaba para el grupo, hizo evolucionar esa conversación en línea hacia eventos, meetups y conciertos, a través de los que se producía un acercamiento más cercano entre el grupo y sus fans. Fruto de estos encuentros, surgió el club de fans “Linkin Park Underground”.

Pero la cosa no quedó ahí, porque Linkin Park-con el asesoramiento adecuado por supuesto-, continuó con su evolución. Para afrontar su nuevo reto, acudieron en busca de ayuda, a una experta en estrategias de marketing para firmas de marketing y entretenimiento.

La elegida fue la profesora de la Harvard Business School, Anita Elberse. Ella y algunos de sus alumnos, realizaron un estudio en el negocio que representaba Linkin Park para darle un giro.

A raíz de este estudio, la banda se replanteó algunas cosas:

  • Necesitaban crear un concepto de marca global que resultara atractiva a sus “posibles” futuros socios.
  • Tenían que crear contenido creativo para comunicar de manera eficaz el punto de vista de su marca.
  • Debían asegurarse de que la ética de su marca estaba suficientemente clara y que ésta se reflejara en todos los aspectos de la banda.
  • Era importante que diversificaran sus fuentes de ingresos para minimizar el riesgo
  • Además, debían expandir el concepto de su marca.

A mediados de mayo de 2015 se lanzó “Machine Shop Ventures”, la firma de capital de riesgo de la banda enfocada para invertir en compañías de crecimiento en fases tempranas alineadas con la ética de la banda, que busca conectar personas e innovar a través de la tecnología y el diseño.

Así Linkin Park, a la vez que tocaban, aprovechaban sus tours para contactar con compañías de tecnología, marcas y firmas de capital riesgo a fin de estudiar la posibilidad de aliarse con ellas.

A través de la historia de esta banda, podemos comprobar cómo las empresas deben “reinventarse” y adaptarse a los cambios para sobrevivir. En este proceso es importantísimo dejarse asesorar por expertos que puedan ayudarte a escoger las mejores opciones para tu compañía.

¿Qué ha conseguido Linkin Park en estos años?. Continuar haciendo música, pero además ampliar su negocio ayudando a empresas que empiezan en sectores con los que la banda se siente identificada: una jugada redonda. Diversificar es la mejor manera de minimizar el riesgo.

El ejemplo de esta banda puede servir para no quedarnos estancados y abrirnos a nuevas posibilidades siempre que éstas se encuentren alineadas con los valores de nuestra marca. 

Por si esto fuera poco, abrir nuestra mente, aprender cosas nuevas, hace que nuestro cerebro esté en constante evolución, transformándose las conexiones neuronales. En otras palabras, nuestro cerebro se mantiene joven. ¿Qué más podemos pedir?.

Pasemos a la acción, no tengamos miedo a evolucionar, adaptar nuestro negocio o nuestra marca a los nuevos tiempos. Como decían los mismísimos Linkin Park: “Deja el pasado, vive el presente y espera el futuro”.

Pronto volveré con un nuevo post. Hasta entonces, por favor, sed felices.

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Ya lo decía San Pablo en su Carta a los Corintios: «Si no tengo amor, no soy nada«. Y es que el amor es algo fundamental en nuestras vidas. Qué difícil resulta que la gente te ame, ¿verdad?. Pero una vez conseguido, ese alguien que siente amor por ti, será capaz de seguirte hasta el fin del mundo.

Para conseguir este objetivo, es necesario diseñar una estrategia previa, saber qué decir con el único objetivo de que caigan rendidos a nuestros pies. Comunicar no es sólo lo que se ve o se escucha, sino lo que sienten los demás cuando nos ven o nos escuchan. Si quieres que “te compren”, debes:

  • Provocar emociones.
  • Contar una historia.
  • Buscar la simplicidad.

Estas tres son las claves fundamentales para vender a través del neuromarketing.

El neuromarketing no es más que la aplicación práctica de la ciencia a la publicidad y el marketing, incidiendo fundamentalmente en el estudio de nuestro comportamiento ante una marca o un proceso de compra.

Responde a preguntas como por qué alguien decide comprarte a ti y no a otro/a. Y aquí no vale contestar: “Porque soy el/la mejor”. Se trata de una cuestión de actitud. Tienen que verte como alguien diferente, auténtico y sobre todo, que les hace sentir.

¿Conocéis el “Lovemark”?. El término apareció por primera vez en el 2004 como título del libro de Kevin Roberts (CEO de Saatchi & Saatchi Worldwide) y se traduce como “Aquella marca que amamos”.

Es un concepto simple: amamos ciertas marcas porque tienen algo que las hace especiales. Son marcas irresistibles de las que nos volvemos fieles seguidores.

El “Lovemark” se aplica constantemente en el mundo del rock. Te vuelves fan incondicional de un grupo, cuando te hace sentir, cuando “vuelas con tu imaginación” cada vez que lo escuchas, cuando sientes que tu piel se electrifica al oír los primeros acordes de una canción. Y en ese instante, sabes que seguirás a ese grupo el resto de tu vida.

Hay grupos que han entendido el concepto, y han conseguido crear una marca sólida que va más allá de la banda en sí.

Unos de los pioneros fueron KISS. El nombre de la mítica banda es sencillo, fácil de recordar. Si os fijáis en su logo, las eses (SS) aparecen como rayos cayendo del cielo y ya sabemos que el rayo es el símbolo de la energía. Sencillamente genial.

Su imagen es otra de sus grandes bazas. Crearon cuatro personajes: The Demon (Simons-Bajo y voz), The Starchild (Stanley-Guitarra y voz), The Catman (Eric Singer-Batería) y The Spaceman o Space Ace (Tommy Thayer-Guitarra líder).

Además KISS son soñadores, capaces de concretar esos sueños en acciones. Sitúan a sus fans (clientes) como si fueran sus jefes, en el centro del negocio. Todo gira en torno a éstos y se mima hasta el último detalle para que vivan una experiencia especial cada vez que acuden a un concierto o compran algún producto de merchandising.

Generan miles de ingresos con comics, películas, discos, muñecos, camisetas, etc. Incluso existe un crucero con su nombre (KISS KRUISE), en el que el grupo interactúa con sus fans ofreciéndoles un par de conciertos y haciéndose fotos con ellos.

Todos esos productos poseen la característica de que conectan directamente con lo que el fan espera de la banda.

Este grupo estadounidense, nació en 1973 y a fecha de hoy siguen en activo dándolo todo. La gente paga por ir a ver a KISS con todos sus trucos. El fan es el jefe que paga por ver al Demonio escupiendo fuego o a Starchild volando sobre sus cabezas.

KISS ha logrado generar con sus fans una relación de amor y lealtad. Los que somos fans de la banda, la amamos: amamos todo lo que hacen, y ese idilio es para siempre.

Una marca, un producto que consiga establecer esos estrechos lazos con sus clientes, sabe que tiene mucho ganado. Aunque- al igual que hace KISS- es algo que no se consigue sin más, sino que debe trabajarse día a día, innovando, buscando nuevos canales a través de los cuales llegar a sus fans, mimándolos, haciéndolos que se sientan especiales.

Ya lo dije al principio: tenemos que ser capaces de enamorar a nuestros clientes, de hacerles sentir… Porque sin amor, no somos nada.

Si queréis averiguar algo más acerca de este u otro tema, os invito a que contactéis conmigo a través de mi página web www.marianlopez.es.

Os espero muy pronto en un próximo post. Hasta entonces, no olvidéis ser felices.

 

 

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Seguro que alguna vez en vuestra vida habéis ido a un concierto y disfrutado de la experiencia. Pero… ¿Os habéis preguntado qué hay detrás de esa hora/ hora y media de show?. Ya os lo puedo adelantar: detrás de todo ese espectáculo hay trabajo en equipo.

Mis casi doce años sobre los escenarios me han enseñado, entre otras cosas, que sin un buen trabajo en equipo, nada sale como uno/a quisiera.

Empecemos de cero. La mayoría de las bandas surgen entre chavales jóvenes. Se juntan unos colegas con la música como afición en común y deciden ver qué pasa.

Esa primera intención puede caer en el olvido más absoluto, pasar a ser una banda más, o triunfar. Pocas de ellas triunfan. No os podéis ni imaginar la cantidad de grupos que hay por ahí tocando sabiendo que jamás rozarán la gloria. Ese es un privilegio al alcance de unos pocos.

¿Qué diferencia hay entre una banda común o un grupo famoso?. La verdad es que nadie posee “la fórmula secreta”. A veces el factor “suerte” también cuenta. Eso de “estar en el sitio adecuado en el momento adecuado” no le sucede a todo el mundo.

Uno de los elementos que influyen en que un grupo pase de mediocre a bueno son las personas que lo componen.

Si quieres tener un buen grupo de música, necesitas rodearte de los mejores. Las grandes bandas de rock están formadas por grandes músicos con un objetivo común: hacer buena música y vivir de ella.

Trasladado al entorno empresarial, un equipo es un grupo de personas diferentes que se comprometen a trabajar juntos para alcanzar unas metas comunes.

Aquí es importante destacar dos palabras: “compromiso” y “cohesión”. Para que el grupo alcance su meta necesita comprometerse y para que funcione, debe hacerlo como un todo.

Pongámonos en la piel de esos chavales que se juntan para tocar un par de temas. Cada uno de ellos proviene de una familia distinta, probablemente incluso de ambientes completamente diferentes. ¿Qué les une?. La pasión por la música y las ganas de trabajar para conseguir algunos bolos.

Con trabajo, compromiso y cohesión, podrán conseguirlo.

Pero no nos engañemos. Formar una banda sólida no es tarea fácil, y al igual que sucede en una empresa, implica  cumplir con una serie de pautas:

1.- En primer lugar: identificar y asignar las funciones que se consideren necesarias para alcanzar el éxito como equipo.

  • Define tu proyecto. ¿Qué tipo de música vais a tocar: ¿rock, pop, electrónico?. Trasladado al entorno empresarial sería contestar a la pregunta, ¿a qué se va a dedicar el equipo?.
  • Cada miembro del equipo debe tener una función predefinida y una responsabilidad para el éxito del proyecto. ¿Quiénes son los miembros de la banda?. ¿Qué papel tiene cada uno de ellos?. ¿Guitarrista, bajista, batería y voz?. ¿Hay teclista?. ¿Una o dos guitarras?…

 

2.- En segundo lugar, es necesario determinar el tamaño del equipo.

  • ¿Cuántos vais a ser en la banda? ¿Cuatro, cinco, más?. Además necesitarás a lo mejor, un técnico de sonido, alguien que se encargue del merchandising, un mánager, etc.

 

3.- En tercer lugar: seleccionar a las personas adecuadas para el equipo.

  • Visualiza qué tipo de personas quieres que formen tu equipo/ tu banda. ¿Con quién te gustaría trabajar?. ¿Qué perfil deben tener?.

 

4.- En cuarto lugar, recalcar la necesidad de liderazgo. El papel del líder tiene que estar bien definido. Él será quien marque las pautas a seguir por el equipo con la finalidad de conseguir un objetivo común. Una de las características que considero fundamentales en un líder es el carisma: ¡Imaginaos a Queen sin Freddie Mercury al frente!.

 

5.- Cuidado con el ego. Las personas somos seres sociales por naturaleza, y las relaciones de grupo satisfacen esa necesidad. Pero… ¡mucho ojo!. Cuando se está en proceso de creación (por ejemplo componiendo un tema para la banda), pueden surgir conflictos de egos.

Los miembros del equipo deben ser capaces de ceder parte de su ego en aras de la creatividad. Las aportaciones que realice cada uno de los miembros de la banda en ese caso, sería algo que enriquecería al grupo en su conjunto.

 

6.- Aprender a disfrutar con lo que hagas. Sólo si disfrutas, serás capaz de transmitir pasión. ¿Qué buscamos cuando vamos a un concierto?. Pasarlo bien, entregarte, dejarte llevar y salir con ganas de más. Si una empresa es capaz de transmitir ese mensaje, tiene mucho que ganar.

Esta semana acabaré con una frase de la mítica banda de rock londinense Status Quo: “¡Aquí estamos!. ¡Aquí vamos!. Todos a bordo y pisando la carretera. ¡Allá vamos!. A rockanrolear por todo el mundo.”

Porque esto, como todo en la vida, es cuestión de “ACTITUD”.

Volveré en breve con un nuevo post, pero hasta entonces no olvidéis ser felices.

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Los Rolling Stones llevan más de 50 años triunfando sobre los escenarios. Eso es algo muy complicado en una banda de rock, pero ellos han demostrado que pese a sus diferencias, han conseguido mantenerse unidos y lograr un objetivo común: el éxito.

Lo que no sé si sabéis es que además de ser el líder de la banda, Mick Jagger también ha demostrado ser avispado en eso de los negocios.

Hoy en día nadie duda del valor que como marca, tienen los Rolling. Sin embargo, rentabilizar el dinero que generaba el grupo no era tarea fácil.

El nombre «Rolling Stones» engloba toda una arquitectura financiera: existen diversas fuentes de ingresos así como distintos modelos de negocio.  Todo ello unido al ya de por sí complicado y enrevesado mundo de la industria musical y del espectáculo en general, hizo necesaria la figura de alguien que «hiciera magia» con los negocios.

Ese mago apareció en la vida de los Rolling allá por el año 1968. Se trataba del príncipe Rupert Loewenstein,-nacido el 24 de agosto de 1933 en Mallorca-, banquero y gerente financiero de la banda, a quienes sus «satánicas majestades» apodaron como «Rupie the Grupie».

El príncipe Loewenstein revolucionó las finanzas de la banda (quienes no comprendían cómo su éxito no se traducía en dinero), al plantearlas como si el grupo fuera una empresa con cuatro áreas de negocio diferenciadas:

  • Giras.
  • Publicidad.
  • Discos.
  • Derechos de imagen y «merchandising».

Como era de esperar, el príncipe no les pasaba ni una, y decidió dirigir con mano de hierro las finanzas de las giras para que resultaran rentables. Se mantuvo al frente de los números durante 40 años.

La cosa no fue fácil para Loewenstein que tuvo que combinar su faceta de banquero con la de psiquiatra y niñera, reduciendo incluso el séquito de «amigotes» que acompañaban a los Rolling en sus giras.

Keith Richards llegó a decir de Loewwnstein: «Interpreta las finanzas como yo toco la guitarra».

A principios de los 90, se unió al equipo el productor Michael Cohl (Canadá 1948) que introdujo otra gran revolución: eliminó a los productores de sus negociaciones.

Para los que no lo sepáis, os diré que un promotor musical es la figura que se encarga básicamente de publicitar los conciertos para que lleguen a buen puerto (trata con los managers de las bandas, elige y reserva salas, promociona el show, etc).

Pues bien, Michael Cohl decidió que en vez de negociar cada concierto con un promotor distinto, propondría una especie de «tarifa plana«: un pago único por gira. Se contrataba la gira al completo por un precio cerrado (por ejemplo 30 millones de dólares por treinta conciertos). Eso les permitió negociar directamente con los locales sin necesitar un promotor al que pagar para que hiciera el trabajo.

Además Cohl también amplió los ingresos de la banda con ideas como la venta de localidades junto al escenario (las zonas VIP), incrementó los contratos con televisión, patrocinio corporativo y un «merchandising» más diversificado… ¿Cuántos artículos podéis ver en tiendas con la famosa lengua de los Rolling?.

Sólo os daré un dato: la gira «A Bigger Band» del 2005, generó 550 millones de dólares. Una cifra que demuestra cómo una banda de rock, puede convertirse también en una gran empresa.

El estilo de vida del príncipe Rupert Loewenstein tenía poco que ver con el mundo del rock, lo que al final terminó pesando en la balanza y en 2007 los Stones decidieron prescindir de sus servicios.

Loewenstein murió con 80 años el 20 de mayo de 2014 en Londres, víctima del Parkinson. Probablemente olvidó sus «años rockeros», pero en la memoria de todos quedará la historia de que una vez hubo un príncipe en la corte satánica.

**»Please allow me introduce myself

I´m a man of wealth and taste

I’ve been around for a long, long year

Stole many man´s soul and faith…»

 

** («Por favor permíteme que me presente, soy un hombre de dinero y buen gusto, he estado aquí durante un largo, largo año, he robado el alma y la fe de muchos hombres…»).

 

 

 

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Lo recuerdo como si fuera ayer… 19 de abril de 2013, Bilbao. ¿Mis expectativas?: “cero patatero”, pero iba invitada y ahí me planté. Fue mi primera vez frente a Rammstein.

Para los que no los conozcáis se trata de una banda alemana de metal industrial. Lo que vi en aquel escenario, me impactó. Till Lindemann (cantante), apareció con su metro noventa enfundado en un abrigo de peluche rosa. A partir de ahí, luces por doquier, números de pirotecnia,  y el teclista (Christian Lorenz) caminando sobre una cinta embutido en un bodysuit plateado.

Cuando terminó el show sólo podía dedicarme a aplaudir con todas mis fuerzas ante aquello que me había removido por completo.

Rammstein es una banda ya consagrada en la escena musical. Para mí eran un grupo de frikis, con un cantante que no sabe cantar, pero arrolladores sobre las tablas.

Desde ese momento, supe que yo quería causar el mismo impacto en mis clientes… ¿Y quién no?.

Muchas veces  en el entorno laboral, pecamos de ser “políticamente correctos/as” y dejamos atrás nuestra esencia, lo que nos hace diferentes. Nos empeñamos una y otra vez en ponernos capas y no salirnos del guión.

¿Por qué no ser frikis?. ¿Por qué no ser irreverentes?. ¿Por qué no “impactar”?. ¿Tanto miedo nos da salir de nuestra “zona de confort”?.

Pero ¡ojo!… No nos dejemos engañar. Detrás de todo ese show, hay un trabajo exhaustivo para que todo salga “como toca”. Detrás de ese “pack” con el que Rammstein me dejó totalmente loca, hay muchas horas de ensayo, mucho sudor, mucho esfuerzo y mucha constancia, porque de lo contrario, nada habría funcionado.

¿Sabíais que el cantante estudió pirotecnia para poder hacer él mismo sus propios números?. Aquí no se deja nada al azar, aunque lo parezca. Todo está medido milimétricamente para que  el espectáculo resulte una experiencia inolvidable, como si fuera tu primera vez.

La combinación perfecta: impactar con un producto sólido y contundente que cumpla tus expectativas.

Además en esa ecuación hay que añadir otro elemento fundamental: la sorpresa.

Ya os he comentado que mis expectativas antes de acudir al concierto de Rammstein eran cero. Como banda no me interesaban demasiado, y ni siquiera me molesté en visualizar algunos de sus shows anteriores.

Y es que inconscientemente, podemos desear mucho más la experiencia impredecible sobre aquella experiencia que conscientemente creemos que deseamos.

Nuestro cerebro encuentra mucho más gratificante aquellos estímulos impredecibles que los que son predecibles.

Cuando se consigue provocar una sorpresa en un cliente, uno de los efectos que causa es un aumento de la atención por parte de éste. En el momento de la sorpresa, el cerebro se focaliza en aquello que ha provocado dicha sorpresa.

Cada uno de nosotros tenemos una normalidad distinta y únicamente aquello que la altera,  que rompe nuestro patrón diario, será aquello que producirá en nosotros una respuesta de estas características. Todo aquello que nuestro cerebro considera que no es normal, será susceptible de provocarnos una sorpresa.

La sorpresa rompe nuestros patrones esperados y eso es lo que hace de ella un instrumento sumamente eficaz en marketing.

Se trata de despertar en nuestros clientes su curiosidad, en que cada vez que cuenten con nosotros sea “su primera vez”.

Conseguirlo no resulta fácil, porque la sorpresa es una emoción efímera, que desaparece con facilidad. Nuestro cerebro nunca deja de buscar estímulos. Por eso hay que trabajar duro para que nuestro producto, o nosotros mismos, seamos el mayor estímulo de nuestros clientes.

Termino con unas frases de Rammstein pertenecientes a su tema Ich will (“Yo quiero”) que reflejan lo que espero conseguir de mis clientes:

Yo quiero vuestra fantasía
yo quiero vuestra energía
yo quiero ver vuestras manos
sucumbir a los aplausos 

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Vivimos rodeados de “infoxicación” y el liderazgo no iba a ser una excepción.

Tenemos definiciones de liderazgo. Entre ellas la que lo define como “conjunto de habilidades directivas que un individuo tiene para influir en la forma de ser de las personas o en un grupo de personas determinado, haciendo que este equipo trabaje con entusiasmo, en el logro de metas y objetivos”.

También contamos con las características que se le presuponen a un líder del siglo XXI, entre las que se encuentran la capacidad de comunicación y ser motivador/a.

Además está el tema de las clasificaciones. Una de las clasificaciones de líder es la que ofrece Max Weber. Según él, existen tres tipos puros de liderazgo:

  • Líder carismático. Tiene la capacidad de generar entusiasmo.
  • Líder tradicional. Es líder porque ha heredado el poder.
  • Líder legítimo. Adquiere el poder mediante procedimientos autorizados en las normas legales.

Y podría seguir hasta el infinito: teorías y definiciones sobre lo que es o debe ser el liderazgo, se multiplican por doquier.

Los humanos somos así: necesitamos “encorsetar” conceptos y generalizarlos porque así todo es mucho más fácil. Lo que se salga de estos “estereotipos”, nos descoloca.

Como sabéis, una de mis facetas es la de ser cantante en el grupo de rock industrial Psideralica (www.psideralica.com). Bien, pues en el mundo del rock por supuesto que existen líderes.

¿Qué sería de Metallica sin la inconfundible voz de James Hetfiel?. ¿Y de Queen sin Freddy Mercury?. ¿O de los Rolling sin el descaro de Mick Jagger?. Todos ellos han sido y son líderes indiscutibles de sus bandas: aportan ese carisma tan necesario dentro del escenario y además han sabido contagiar su energía a millones de fans en todo el mundo.

Pero… ¿os habéis dado cuenta de una cosa?. Todos los ejemplos que he mencionado hacen referencia a cantantes. No obstante existen líderes de bandas que no son necesariamente vocalistas.

En los grupos de rock hay una especie de jerarquía (como en las empresas). En la primera posición suele estar el/la cantante, seguido del guitarrita, el/la batería y el/la bajista. Hay poca gente que cuando va a un concierto se fije en el bajo. De hecho muchos confunden guitarra y bajo, cuando ni en número de cuerdas ni en sonido tienen nada que ver.

Sin embargo para un cantante, el bajo es un aliado brutal porque acompaña constantemente a la voz.

Pero como en todo, existen excepciones y hay bajistas que han tenido mucho más protagonismo que el resto de la banda. ¿Por qué?. Pues simple y llanamente porque han sido líderes natos.

Uno de esos ejemplos es Lemmy bajista y cantante de la banda Motörhead, fallecido el 28 de diciembre de 2015.

Lemmy empezó a tocar el bajo por casualidad, sin embargo destacaba su inusual forma de tocar este instrumento. En lugar de puntear, rasgaba las cuerdas de su bajo como si fuera una guitarra y distorsionaba su sonido.

No era agraciado físicamente, ni cantaba especialmente bien, pero su desgarrada voz de “borracho de bar” inundaba estadios.

Su metro setenta y ocho vestido de negro riguroso, su sombrero de cowboy y su bigote de motero, eran la viva representación de alguien que vivía al límite.

Por encima de todo, Lemmy era un líder, con unas características que lo hacían destacar sin duda del resto de su banda:

  • Carismático. Todo en él era único: hasta la posición de su micro cuando cantaba. Y ese carisma hace que su legión de fieles seguidores continúe incrementándose.
  • Le entusiasmaba lo que hacía: era rock & roll 365 días al año.
  • Creativo. Tiene una extensísima discografía.
  • Creía en el potencial de las bandas emergentes. Apoyaba a las nuevas bandas con quien a veces colaboraba en el escenario. Detectaba el talento.

Lemmy no era un simple bajista, se convirtió en cantante y líder de una banda que ha vendido miles de discos. Cuando salía al escenario lo llenaba todo con su sola presencia, y el público totalmente entregado, coreaba sus canciones hasta quedar afónico.

Como buena estrella del rock, su ego era infinito y eso muchas veces lo hacía intransigente. Sin embargo, basta ver alguno de sus conciertos para comprobar la huella que ha dejado en la escena musical.

Voy a cerrar este post con una frase pronunciada por Lemmy que podría convertirse en un “tantra” para muchos de nosotros: “La forma más sencilla de sobrevivir es no rendirse”.

¡Esa es la actitud!.

Pronto volveréis a tener noticias mías, pero hasta entonces no olvidéis ser felices.