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En 1987 el grupo R.E.M. publicó su álbum «Document». Contenía una canción que muchos de nosotros/as hemos bailado cuyo largo título me ha inspirado para el contenido de este nuevo post. Se llamaba «The End of the World as We Know (And I Feel Fine)».

Y es que si algo nos ha traído toda esta movida del Covid-19 es el fin del mundo tal como lo conocíamos hasta ahora. En pocos meses nuestras vidas han dado un giro de 360 grados en todos los sentidos: familiar, laboral, económico, social, espiritual, etc.

La incertidumbre se ha instalado entre nosotros, y lo ha hecho para quedarse. Ante esta situación podemos actúar de dos maneras: viviendo constantemente angustiados o afrontando la situación y buscando soluciones que nos hagan sentir bien.

Nuestro cerebro no lo lleva nada bien. Como ya sabéis (seguro que lo habéis oído miles de veces), estamos programados para sobrevivir y todo lo que nos cree inseguridad, el cerebro lo interpreta como amenaza y tiende automáticamente a rechazarlo.

Pero hace ya muchos años que descendimos de los árboles, y pese a convivir con un cerebro primitivo, somos capaces de crear toda una serie de herramientas que nos ayuden a gestionar esa incertidumbre.

Decía el filosofo Voltaire allá por el siglo XVIII que «La incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es una posición absurda». Y es que pese a que nos cueste gestionar la incertidumbre, es absurdo pensar que podemos controlar y conocerlo todo. Y si no, basta con retrotraernos a marzo de este mismo año.

Hemos pasado por muchas fases: euforia (nos hacía cierta «gracia» vivir esa experiencia de estar metidos en casa), aburrimiento, ansiedad, estrés, miedo, apatía, tristeza… Permitidme que os diga algo: ¡Tenemos derecho a sentirnos mal! No soporto a esa gente que nos incita a vivir en un estado de felicidad perpetua.

El duelo hay que pasarlo, ahora toca aceptar la situación y adaptarnos a ella de la mejor manera posible. Habrá cosas que tendremos que posponer y otras que empezamos a hacer de forma diferente, como el teletrabajo o la formación online.

Vamos a aceptar cada día como nos venga y no pensar en lo que sucederá mañana, sino valorar lo que tenemos hoy. Así permitiremos a nuestro cerebro que se relaje: apaguemos ese ruido constante que no nos conduce a nada y aprendamos a sacarle jugo a la vida para vivir más tranquilos/as.

No pasa nada si un día estamos bloqueados/as, si no nos llega la inspiración o somos menos productivos. En momentos como esos lo mejor es desconectar y volver al «on» con la mente despejada.

¿Qué podemos hacer para gestionar esa incertidumbre?

Aquí os dejo algunos consejos para hacerle frente:

1.- Toma conciencia de la situación. ¿Dónde estoy? ¿Cómo y en qué me ha afectado esta crisis?

2.- Traza tu propio mapa. Márcate unas metas y objetivos. Planifica cómo vas a llegar a ellos, qué herramientas necesitas. En situaciones como la actual me gusta mucho hablar del mapa financiero-vital porque no hay nada que nos agobie más que el dinero. Cada uno/a tenemos nuestras circunstancias personales y financieras. Ese mapa nos ayudará a orientarnos y replanificarnos las veces que sea necesario.

3.- Pasa a la acción. La mejor manera para enfrentarse a un sentimiento o una emoción es ponerle un nombre y enfrentarte a ella. Traza un plan de contingencia en el que recojas lo peor que te puede pasar y cómo te vas e enfrentar a ello. Verás como tus miedos se disipan poco a poco.

4.- Aprende a aceptar los riesgos. El riesgo es algo inherente a la incertidumbre: intenta minimizarlo y acepta aquellos riesgos que no puedas eliminar.

5.- Muéstrate abierto/a al cambio. Stephen Hawking decía que «La inteligencia es la capacidad de adaptarse al cambio». Las cosas suceden por algo. Bofetadas como esta, nos abren los ojos y nos permiten replantearnos muchas cosas.

Que nuestra actitud sea la de la canción de REM: «Es el fin del mundo tal como lo conocemos, y me siento bien». Pues eso, empieza una nueva era llena de posibilidades: tomemos nota y aprovechémosla.

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El pasado lunes 9 de marzo de 2020, la Bolsa de Wall Street cerraba durante 15 minutos: el índice más representativo del mercado- Standard & Poor’s (S&P)- alcanzaba su máxima caída permitida. El pánico al coronavirus se apoderaba del parqué.

Hemos entrado en barrena: el COVID-19 ha irrumpido en nuestra sociedad como un huracán arrasando todo a su paso. Hay muchas empresas afectadas por diversas razones: Apple por falta de suministros procedentes de China, LVMH o Microsoft por menor demanda de productos procedentes de Asia.

Se ven seriamente afectados sectores como las aerolíneas, las empresas relacionadas con viajes y ocio. Además debido a la contención de los viajes también se hace un menor uso de tarjetas de crédito, lo que afecta a empresas como American Express o Mastercard.

España es uno de los destinos turísticos por antonomasia. Alrededor de 84 millones de turistas extranjeros visitan nuestro país cada año.

Las perspectivas a corto plazo no son nada halagüeñas y el pánico se ha apoderado de todos nosotros: pensamos que todo puede ir a peor.

Ese miedo irracional es más contagioso que el propio virus y nos impide ver por ejemplo las grandes oportunidades de inversión que se están generando.

Mis queridos Sôber en su canción “Caída libre” dicen una frase con la que me identifico en estos momentos: “No consigo entender el porqué de algunas cosas”. ¿Qué nos ocurre? ¿Estamos en plena caída libre?

Vayamos por partes. Según la neurociencia, el miedo es una reacción natural: ante situaciones de amenaza, nuestro cerebro indica al sistema nervioso que actúe con el único objetivo de sobrevivir.

Hace miles de años, ese estado de alerta continua nos salvaba de una muerte segura. Pero no olvidemos que estamos en el siglo XXI, hemos progresado mucho desde nuestra época de las cavernas.

Si bien el miedo es una reacción natural, éste debe ser proporcional a la gravedad de la amenaza.

Los seres humanos nos caracterizamos por ser seres sociales. Nuestra empatía hace que los miedos colectivos sean frecuentes. Podemos pasarnos ese miedo unos a otros sin conocer con detalle la amenaza que ha provocado su origen.

¿A qué tenemos miedo? Sobre todo y por encima de todo, a la muerte. Pero también a la enfermedad, a lo desconocido… A todo aquello que nos genere incertidumbre. Incluso hay personas que hablan de oscuras teorías conspirativas por parte de nuestros mandatarios.

 

¿Es el momento adecuado para tomar decisiones? La respuesta es clara: NO. Precisamente ese miedo irracional que nos rodea, es propicio para que tomemos malas decisiones. En momentos de pánico la parte dominante en nuestro cerebro es la emocional, dejando de lado la racional.

¿Cómo podemos poner un poco de “cordura” en todo este lío? Lo ideal es encontrar el equilibrio entre ambas partes: la racional y la emocional.

Nuestro miedo actual tiene dos fuentes: la parte emocional- que mantiene activo ese miedo transmitiéndonos temor e incertidumbre-, y la parte racional. Desde ésta última podríamos hacer, por ejemplo, un listado de cosas objetivas que sabemos del virus y qué nos dicen los expertos (no el vecino del quinto) que podemos hacer para prevenir contagios.

Cuando el miedo se apodera de nosotros, dejamos de ver la parte positiva: la cantidad de gente no afectada o que ha salido curada tras la cuarentena, las personas expertas en salud volcadas al 100% en el cuidado y prevención, etc.

Conclusión: cuñados, amigos, vecinos y todos aquellos que hayan entrado en fase de descontrol absoluto, absténganse de seguir alimentando el alarmismo general. Hagamos caso a los profesionales que entienden del tema y aunque nos cueste, activemos el lado racional. Eso nos ayudará a disminuir muchos grados nuestro temor y a vivir un poco más tranquilos.

 

 

 

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Hace unos días, leí un artículo en prensa que “me llegó a la patata”. Versaba sobre la historia de un emprendedor valenciano que había decidido darle una segunda vida a “Don Algodón”, una de las llamadas “marcas zombie” (aquellas que vivieron su momento de gloria  y ahora son rescatadas).

Yo era “clienta top” de esa marca de ropa en los 90 y al leer esas líneas no pude evitar que me invadiera la nostalgia. De pronto, se empezaron a agolpar en mi mente las fotos de su creador Pepe Barroso (un pijo guaperas de la época) y de esas modelos “niñas de papá” que paseaban la marca en revistas y pasarelas: la preciosa Blanca Suelves, la explosiva Miriam Reyes…

Recordé los sábados por la mañana cuando visitaba la tienda con mi madre y mi hermana para comprar la ropa de temporada. En esa época veía “Sensación de vivir Beverly Hills, 90210”, estudiaba en la universidad y esperaba con ansia los viernes noche para salir de marcha con mis amig@s.

Para mí, la vuelta de “Don Algodón” no es la recuperación de una marca sin más: significa un flashback maravilloso al pasado.

Según la neurociencia, la comunicación de una marca que estimule las regiones del cerebro dedicadas a las emociones, será mucho más efectiva y aumenta las posibilidades de ser elegida con posterioridad.

Lo que me falta en este regreso de la marca al mercado es algún anuncio en el que por ejemplo una madre evoque esos recuerdos junto a su hija adolescente -ambas con sudadera Don Algodón-, escuchando a “Hombres G” frente a una taza de café con leche un domingo por la mañana.

En las madres que como yo hemos vivido intensamente esa época, se despertaría el ansia de comprar esa sudadera. No sólo para compartir con nuestros hijos/as esos momentos que nos hicieron tan felices, sino para volver a vernos como cuando teníamos 19 o 20 años.

Si queremos que nuestro producto o servicio llegue a nuestro cliente ideal, una de las estrategias que podemos utilizar es la de “tocarle la fibra” mediante estímulos (visuales, olfativos, auditivos, etc…) Las emociones asociadas a un determinado estímulo favorecerán el proceso de la memoria haciendo que nuestro producto resulte mucho más atractivo.

Usemos las emociones para conectar con nuestros clientes, dejémonos llevar por nuestros recuerdos volviendo a ese momento especial, mágico.

Está muy bien rescatar marcas del olvido para sacarlas de nuevo a la luz y que vuelvan a brillar como antes para que no nos olvidemos de ellas, para que volvamos a saborearlas como cuando empezábamos a descubrir eso que llaman juventud.

Como decían los Skid Row allá por los 90 en su hit “I Remember You”:

“Remember yesterday, walking hand in hand

Love letters in the sand, I remember you(…)” («Recuerdo el ayer, caminando de la mano/ Cartas de amor en la arena. Me acuerdo de ti (…)»

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Un año más nos invade el “Black Friday” y en un mundo globalizado como este en el que vivimos ya no se trata sólo de una costumbre americana, sino que ha logrado extenderse mucho más allá.

¿Sabéis cuál es el verdadero origen del “Black Friday?. La primera vez que se mencionó este término fue el 24 de septiembre de 1869 para referirse al desplome del mercado del oro en Estados Unidos, dejando a muchos financieros de Wall Street en la más absoluta bancarrota.

En lo que se refiere a las compras, el “Black Friday” es el día después del “Thanksgiving” o Día de Acción de Gracias.

Se celebra el día siguiente al cuarto jueves del mes de noviembre. Ese día queda inaugurada la temporada de compras navideñas con importantes descuentos que incitan al consumo. ¿Para qué esperar si puedo comprarlo ya más barato?

Como veis su significado actual dista mucho de su origen real, pero lo hemos incorporado a nuestra cultura consumista.

Si a unas ofertas atractivas añadimos nuestra toma de decisiones emocional, la ecuación es perfecta.

Y es que compramos por impulsos, dejándonos arrastrar además por el “efecto manada”: “hago lo que hacen los demás porque si no quedo excluido/a del grupo y eso no me gusta”.

Para nuestro cerebro existen dos métodos diferentes a la hora de tomar decisiones que además están relacionadas con diferentes estructuras cerebrales:

  1. El método cognitivo. Es la forma racional mediante la que tomamos una decisión. Analizamos todo lo analizable, y posteriormente tomamos la decisión a la que podría llegar cualquier otra persona utilizando este mismo método.
  2. El método emocional. Este método “nos puede” literalmente. Según los últimos estudios, el acto de decisión de compra dura unos 2,5 segundos y hasta el 95% de las decisiones de compra se organizan en la parte subconsciente de nuestro cerebro.

Llegados a este punto, cabe preguntarse… ¿Por qué? ¿Qué nos lleva a que la mayoría de decisiones que tomamos cuando compramos sean emocionales?

Pese a que el método cognitivo sea una forma mucho más útil de tomar decisiones que el emocional, la balanza se inclina hacia este último. La “culpa” de que actuemos así la tiene nuestro cerebro más primitivo.

Hemos tenido que adaptarnos a muchos cambios en poco tiempo, pero no debemos olvidar que nuestro cerebro procede de un largo proceso evolutivo en el que sólo sobrevivían los/las que mejor se adaptaban.

Así pues, nuestro cerebro está desarrollado para la supervivencia y si queremos sobrevivir, debemos actuar de manera rápida: no vale eso de pararnos a pensar, porque si lo hacemos es posible que nos pique la serpiente venenosa o nos devore el león.

El entorno en el que nos movemos, ha cambiado mucho. Sin embargo, cuando nuestro cerebro se ve sometido a una presión, se activa nuestro “yo” primitivo y tomamos decisiones de manera emocional, simplemente para sobrevivir.

Eso lo saben muy bien los expertos/as en marketing, los/las comerciales, quienes se dedican a vendernos algo. Juegan con las luces, los colores, los olores, la música… Todo nos conduce a consumir y a hacerlo ya, sin pensar, dejándonos llevar por las emociones.

Los que tenemos hijos conocemos muy bien qué es eso de la presión: cuando todo el mundo se lanza a la vorágine de las compras navideñas (o pre-navideñas), no te puedes quedar atrás porque… ¿Qué pasaría si tu hija se quedase sin esa muñeca que ha pedido a Papá Noel? Hay que comprarla ya antes de que se agote.

Es muy fácil entrar en esa dinámica, y el “Black Friday” es una excusa más para no quedarnos “fuera de combate”. Lo necesitamos todo, ahora.

Pues bien, creo que este año voy a aplicarme aquello que decían los Steely Dan allá por los 70 en su canción “Black Friday”:

“Wen Black Friday comes (…) Gonna do just what I please (…) Gonna let the world pass by me.”

(“Cuando llegue el “Viernes Negro” (…) Voy a hacer lo que me plazca (…) Voy a dejar que el mundo pase por mi”).

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Bien pensado, una banda de rock y una empresa tienen muchos paralelismos: los fans, la motivación, tratar de innovar, crear algo. Pero de todos esos paralelismos hay uno en concreto que ha dejado muchas víctimas en el camino: la gestión de egos dentro del equipo.

La palabra “Ego” proviene del latín y se traduce como “Yo”. Para el mundo de la psicología, el ego es la manera en que psíquicamente una persona se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad.

En lenguaje coloquial, hablamos del ego como un exceso de autoestima, de amor hacia uno/a mismo/a. Existen en nuestro idioma, palabras como ególatra o egoísta que hacen referencia a ello.

Como ya sabéis en una banda de rock, los componentes se unen en torno a algo que les entusiasma, y es su pasión por la música. Pero como decía mi abuela “Cada uno/a es de su padre y de su madre” (otra frase rescatada de la sabiduría popular). Y ahí es donde llega el problema…

¿Es posible que personas diferentes se pongan de acuerdo para hacer algo? Os diré que en un grupo de música o en una empresa, es no sólo posible, sino necesario. Pero ¿Qué ocurre cuando una o varias de esas personas tienen un elevado nivel de ego? Simplemente que la convivencia puede llegar a ser insoportable.

Entonces… ¿Cómo lo hacemos para manejar esa situación? A veces es difícil “controlarlo” y la presión termina por destruir el grupo.

Bandas como Oasis, Pink Floyd o los mismísimos Guns N’Roses, han acabado separándose “por culpa” de egos exacerbados.

Otros no se separan, pero se ven “obligados” a “convivir” con esos egos. Ya es célebre la frase del bajista y vocalista de Kiss (Gene Simmons), quien en una ocasión dijo algo así como: “¿Yo Dios? No, sólo soy su mano derecha”.

La persona portadora de un ego tan exacerbado, lo primero que debe hacer es aprender a bajar el volumen. Sólo desde un plano menos ególatra, podrá empezar a tener relaciones sanas con el resto del grupo.

Recordemos que una banda de rock no deja de ser un equipo, y éste nunca es una suma de egos. En una banda de rock, cada uno de sus integrantes tiene un rol concreto: alguien cantará porque tenga dotes para ello, otros tocarán algún instrumento…

Pero para que todo fluya de manera armoniosa, cada uno/a de los componentes del grupo debería tener libertad suficiente para aportar ideas tanto en la composición de las canciones como en la puesta en escena.

Sin embargo, hay grupos en los que un solo miembro de la banda asume el rol protagonista queriendo hacerlo todo él y privando a sus compañeros de dar su opinión.

Muchas veces, el ego oculta un miedo atroz a que alguien que no seas tú, consiga destacar en algo. Einstein decía que cuanto mayor era el conocimiento, menor era el ego y viceversa.

Sin embargo, un grupo de rock debería ser la suma de varios talentos. Se necesitan todos y cada uno de ellos para construir un equipo sólido que consiga sus objetivos (en este caso, llegar al público y vender sus discos).

A veces, si el ego es demasiado intenso, la única solución pasa por deshacerse del miembro “tóxico” para que el equipo pueda seguir avanzando. Eso sí, la persona que venga deberá “estar a la altura” del resto de sus compañeros.

Algunos consejos para gestionar egos dentro de un equipo:

  • En primer lugar es necesario que quien gestione el equipo conozca muy bien a cada persona.
  • Manejar objetivos claros desde el principio, siempre fomentando la cultura del respeto.
  • Recordar que todos vais en el mismo barco.
  • Plantear retos. Para mantener ocupado al equipo hay que plantearles retos y desafíos que vayan en proporción al nivel de talento y cualidades de cada persona. Así se consigue “compromiso”.
  • Aprender a resolver conflictos. Los conflictos deben resolverse de manera rápida y diplomática para que no se conviertan en un problema.
  • Haz valer tu liderazgo. No todo el mundo tiene capacidad para ser líder. Pero ¡ojo! Un buen líder tiene que ser capaz (entre otras cosas) de reconocer el trabajo bien hecho y compartir los logros.
  • Mantener una comunicación constante entre todos los miembros del equipo.
  • Enfócate en satisfacer a tus clientes-fans haciendo lo que te apasiona. Sólo desde ahí conseguirás llegar a ellos.

Como decía el gran Marlon Brando: “Un actor es una persona que no te escucha a menos que estés hablando de él”. Y es que a todos nos gusta sentirnos protagonistas, pero ceder el protagonismo a otra persona no resulta fácil, ¿verdad?

Prometo volver en breve con un nuevo post, pero hasta entonces… Por favor, sed felices.

 

 

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Corría el mes de julio de 2017 cuando hallaron muerto en su casa de Los Ángeles a Chester Bennington, vocalista y líder del grupo de rock Linkin Park. La verdad es que a todos los que somos fans del grupo, la noticia nos cayó como una jarra de agua fría.

Cuando se subía a un escenario, Bennington era puro rock & roll. De lo contrario, la cosa no habría funcionado. Su voz prodigiosa, su actitud y muchas buenas canciones, hicieron de Linkin Park una banda de culto.

Pero lo mejor no era sólo su música. La banda supo adaptarse a los “nuevos tiempos” y ampliar sus miras.

La música en general no atraviesa su mejor momento, y los que nos dedicamos a esto lo sabemos. Caen las ventas de discos, las descargas musicales, pero en cambio los servicios de streaming suben.

La tecnología ha forzado a muchos artistas a replantearse la forma de hacer negocios. Los artistas de más éxito, vislumbran nuevos horizontes y deciden dar el salto para expandir esos negocios a otras áreas como la moda, la tecnología o los videojuegos.

Los chicos de Linkin Park resultaron ser bastante avispados. Ya en 1.999- antes del lanzamiento de su primer álbum-, la banda con la ayuda de un banquero de inversión, estableció una firma de innovación llamada Machine Shop con el objetivo de incrementar sus ingresos.

Machine Shop se centraba en servicios de marketing y en los videojuegos.

En el 2.000, la banda a la par que autoproducía su primer álbum, decidió crear un plus a través de conversaciones en línea entre ellos y sus fans.

Por aquél entonces, una joven becaria llamada Jessica Sklar que trabajaba para el grupo, hizo evolucionar esa conversación en línea hacia eventos, meetups y conciertos, a través de los que se producía un acercamiento más cercano entre el grupo y sus fans. Fruto de estos encuentros, surgió el club de fans “Linkin Park Underground”.

Pero la cosa no quedó ahí, porque Linkin Park-con el asesoramiento adecuado por supuesto-, continuó con su evolución. Para afrontar su nuevo reto, acudieron en busca de ayuda, a una experta en estrategias de marketing para firmas de marketing y entretenimiento.

La elegida fue la profesora de la Harvard Business School, Anita Elberse. Ella y algunos de sus alumnos, realizaron un estudio en el negocio que representaba Linkin Park para darle un giro.

A raíz de este estudio, la banda se replanteó algunas cosas:

  • Necesitaban crear un concepto de marca global que resultara atractiva a sus “posibles” futuros socios.
  • Tenían que crear contenido creativo para comunicar de manera eficaz el punto de vista de su marca.
  • Debían asegurarse de que la ética de su marca estaba suficientemente clara y que ésta se reflejara en todos los aspectos de la banda.
  • Era importante que diversificaran sus fuentes de ingresos para minimizar el riesgo
  • Además, debían expandir el concepto de su marca.

A mediados de mayo de 2015 se lanzó “Machine Shop Ventures”, la firma de capital de riesgo de la banda enfocada para invertir en compañías de crecimiento en fases tempranas alineadas con la ética de la banda, que busca conectar personas e innovar a través de la tecnología y el diseño.

Así Linkin Park, a la vez que tocaban, aprovechaban sus tours para contactar con compañías de tecnología, marcas y firmas de capital riesgo a fin de estudiar la posibilidad de aliarse con ellas.

A través de la historia de esta banda, podemos comprobar cómo las empresas deben “reinventarse” y adaptarse a los cambios para sobrevivir. En este proceso es importantísimo dejarse asesorar por expertos que puedan ayudarte a escoger las mejores opciones para tu compañía.

¿Qué ha conseguido Linkin Park en estos años?. Continuar haciendo música, pero además ampliar su negocio ayudando a empresas que empiezan en sectores con los que la banda se siente identificada: una jugada redonda. Diversificar es la mejor manera de minimizar el riesgo.

El ejemplo de esta banda puede servir para no quedarnos estancados y abrirnos a nuevas posibilidades siempre que éstas se encuentren alineadas con los valores de nuestra marca. 

Por si esto fuera poco, abrir nuestra mente, aprender cosas nuevas, hace que nuestro cerebro esté en constante evolución, transformándose las conexiones neuronales. En otras palabras, nuestro cerebro se mantiene joven. ¿Qué más podemos pedir?.

Pasemos a la acción, no tengamos miedo a evolucionar, adaptar nuestro negocio o nuestra marca a los nuevos tiempos. Como decían los mismísimos Linkin Park: “Deja el pasado, vive el presente y espera el futuro”.

Pronto volveré con un nuevo post. Hasta entonces, por favor, sed felices.

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Huele a Navidad. Los anuncios en la tele, las calles abarrotadas, los comercios ofreciendo su mejor cara… Todo nos indica que hemos entrado de lleno en la época de mayor consumo del año.

Yo me quedo con la otra Navidad. La de los reencuentros, la de los momentos con tus amigos, la de las risas y los abrazos, la de los paseos con la familia para ver la ciudad iluminada…

Ya lo dice el villancico: «Noche de Paz, noche de AMOR«. Pero no de amor almibarado, no de amor empalagoso, ese no va conmigo.

Lo que sí va conmigo es el AMOR con mayúsculas, el incondicional, el que te hace darlo todo. Y es ese tipo de amor el que debemos poner en todo lo que hagamos.

Cuando tengamos claro lo que queremos en la vida, pongámosle AMOR, de ese cañero, del de verdad.

Sin AMOR las cosas no salen. Y lo digo en serio. Probadlo.

Hablad de vuestra marca, de vuestro negocio, de vuestro trabajo. Si lo amáis de verdad, las palabras brotarán de vuestros labios sin ningún esfuerzo y aquél o aquellos/as que os escuchen, os comprarán. Y si no lo hacen, peor para ellos. Vosotros a seguir con lo vuestro, pero sin dejar de amarlo. Porque en el momento que eso pase, vuestro negocio, vuestra marca, vuestro trabajo, perderán su energía y dejarán de ser atractivos.

Desde la hastío, el cansancio, la pereza… desde ahí, no sale nada bueno. Debéis estar locamente enamorados de lo que hacéis. Y si no lo estáis, es porque no ocupáis el lugar que os corresponde. Porque le dedicáis vuestra vida a algo que no os llena.

Es lícito estar cansado/a, sentirse descorazonado/a, abatido, pero no dejéis que esa sensación invada vuestra mente. No permitáis que los pensamientos tóxicos se apoderen de vuestro cerebro.

Cuando empecéis a sentir eso, dejadlo. Porque si seguís ahí con ese rollo «chungo«, estáis perdiendo el tiempo.

Dejadlo y salid a respirar hasta que os enamoréis de nuevo. Cuando notéis que vuestro corazón se acelera, que el estómago se os encoge, que tenéis ganas de gritar, entonces y sólo entonces, id a por ello como si no hubiese un mañana.

ROCK YOUR LIFE!!!. Sed kamikazes, lanzaos a la conquista y dejad que el AMOR inunde cada parte de vuestro cuerpo. Es desde ahí, desde donde debéis escribir vuestra vida.

Ya lo decían los Beatles: «ALL YOU NEED IS LOVE»Porque ese,  el AMOR verdadero- no el de postureo, «para quedar bien»- todo lo puede.

Pronto volveré con un nuevo post pero hasta entonces, no olvidéis ser felices. 

 

 

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Existe una frase que se atribuye continuamente a Einstein (aunque se dice que él citaba a otro autor) y que a mí me sirvió de inspiración para dar título a la segunda de mis R’s, «Rock your mind»: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo».

¿Sabéis cuántos pensamientos tenemos al día?. Para vuestra información os diré que unos 60.000, la mayoría de los cuales son repetitivos e intrascendentes. Entonces… ¿por qué consumimos tanta energía dando vueltas a lo mismo una y otra vez?.

Seguro que más de una vez, os vais a la cama presos/as de alguno de esos pensamientos «tóxicos»: una mala gestión con un cliente, un día agotador con los niños, un examen, los preparativos de un viaje…

No todo tienen que ser cosas negativas. A veces nos agobiamos incluso con cosas que nos apetece hacer y es durante la noche, mientras intentamos conciliar el sueño cuando esos pensamientos se magnifican.

Reza un proverbio español: «El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra». Y es que el ser humano no siempre discierne haciendo uso de la razón, lo que nos lleva a no aprender de la experiencia y a equivocarnos ante situaciones semejantes.

¿Por qué lo hacemos?. ¿Por qué nos «machacamos» con miles de pensamientos absurdos?. ¿Por qué no aprendemos de nuestros errores?. ¿Por qué nos vence el estrés?.

Si te sientes agobiado/a, estresado/a por esos pensamientos que «ahogan» tu día a día, es el momento de que apliques la filosofía «Rock your mind».

Debemos «darle caña» a nuestra mente en un sentido positivo. Y para ello es fundamental en primer lugar relajarse. Parece fácil, ¿verdad?, pero no todo el mundo lo consigue.

Estamos en la era del «mindfulness», que significa «atención plena» o «conciencia plena». Esto se traduce en «tomar conciencia del momento presente». Parece fácil, ¿verdad?. Pero a la hora de ponerlo en práctica, la cosa se complica.

A mis alumnos siempre les digo que el pasado, pasado está, el presente aún no ha llegado y no debemos agobiarnos por ello. Tenemos que conseguir vivir el presente y disfrutar durante el camino.

Existen muchas técnicas de relajación para conseguir bajar los niveles de «estrés malo» (porque también existe un «estrés bueno»). Es complicado encontrar un sistema que vaya bien a todo el mundo.

Cada uno de vosotros/as debe encontrar aquella técnica que de verdad le relaja, con la que consigue desconectar de agobios para centrar toda su energía en el aquí y ahora.

A mí me funciona hacer ejercicio aeróbico a primerísima hora de la mañana, pero a otros/as les funcionará el yoga, el Pilates, caminar por un parque o cerca del mar, escuchar música, etc.

Dos o tres minutos de respiración consciente, pueden ser un remedio muy útil y barato para calmar nuestros nervios.

Una vez que conseguimos controlar nuestra mente «traicionera» para centrarnos en el ahora, llega el momento de «darle caña» con una dosis de «Rock your Mind».

Con nuestro cerebro oxigenado, somos capaces de pensar mejor, de afrontar de manera más positiva nuestro día. Y eso se traduce en una mejor productividad, en mayor creatividad, y en el más idóneo de los combustibles para llegar a conseguir nuestros objetivos.

Y tú, ¿estás preparado/a para el Rock & Roll?. ¿Aceptas el reto «Rock your mind»?. Que tu mente no te frene depende de ti. ¡Adelante!. Es hora de dar el primer paso.

La semana que viene descubriremos la tercera y última de mis R’s. Hasta entonces, no olvidéis ser felices.

Foto Rock your mind

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Maya Angelou (1928-2014) es una conocida escritora, cantante y activista que utilizo como referente entre otras cosas, porque pronunció una frase que encaja perfectamente en la primera de mis 3 R´s : «Rock your life«.

Ella dijo algo así como: «Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes cambiarlo, cambia de actitud».

Y es que la actitud con la que decidamos enfrentarnos a la vida, lo es todo.

El ejemplo perfecto lo tenemos en dos patrones opuestos, que se repiten en nuestra sociedad: quienes ven el vaso medio vacío y quienes lo ven medio lleno.

Hay personas cuya naturaleza es pesimista y otras que, por el contrario, se muestran mucho más optimistas ante las visicitudes de la vida.

Casi la mitad de las diferencias que existen en nuestra personalidad, se deben a factores genéticos. Pero se ha descubierto que a lo largo de la vida esto se puede modificar. Las personas más tendentes al pesimismo, no pueden excusarse diciendo que son así:  esa no es la actitud.

«Rock your life» significa precisamente eso, que aunque tengamos cierto componente genético que formará nuestra personalidad, ésta se puede modificar.

No se trata de negar las dificultades con las que nos vayamos encontrando, sino de transmitirnos a nosotros mismos una serie de «consignas» o «trantas» que nos ayuden a superarlas.

Tenemos que llegar a ser capaces de autoestimularnos, autoanimarnos y por qué no, autocorregirnos, como hacen los buenos deportistas.

Otro fallo en el que caemos con mucha frecuencia es el de no asumir nuestros propios errores, o lo que es peor, no aprender de ellos. Cuando aprendemos de algo que no ha salido bien, no debemos verlo como un fracaso, sino como una experiencia.

Ser optimista equivale a vivir mejor, hace surgir en nosotros sentimientos de bienestar y nos recarga las pilas para afrontar situaciones difíciles.

Los pensamientos negativos activan una zona del cerebro denominada amígdala, relacionada con la aversión al riesgo. Además nos predispone a estar mucho más estresados. Por el contrario, la mentalidad positiva fomenta el pensamiento creativo y nos ayuda a resolver problemas. Por si esto fuera poco, reduce los niveles de estrés, mejorando el bienestar y aumentando la productividad.

No se trata de obviar los problemas o los riesgos que nos vayan surgiendo, sino dejar de verlos como una barrera. Alguien optimista no se atascará al ver el lado negativo de algo, sino que encontrará un camino alternativo para ponerlo en positivo.

Todo lo aquí expuesto, tiene repercusiones directas en el mundo empresarial. Poneros en la piel de un empresario o de alguien responsable de equipos.

¿Con quién trabajaríais mejor?. ¿Con alguien positivo, capaz de encontrar alternativas, soluciones creativas, o con alguien que se atasca en el problema y se muestra incapaz de buscar otras opciones?.

Está claro, ¿no?.

Ser optimista no es una cualidad, sino una habilidad que debe entrenarse.

Hay cuatro sencillos pasos que pueden ayudarte para empezar a cambiar y sólo necesitas 4 minutos:

  1. Comienza identificando uno o dos de esos pensamientos negativos que te atormentan y plásmalos en un papel (1 min).
  2. Cierra los ojos e intenta relajarte centrándote en tu respiración (1 min).
  3. Deja que fluyan tus pensamientos y obsérvalos. No intentes eliminar los pensamientos negativos, sólo déjalos pasar (1 min).
  4. La última fase es la visualización. Imagina cuál sería el mejor resultado posible a ese problema, con todo lujo de detalles (1 min).

Ya sabes: «Querer es poder». A partir de ahora, aplica la filosofía «Rock your life» y empieza cambiando gradualmente aquellas pautas de conducta negativas, para transformarlas en positivas.

Eso, además de hacerte sentir mejor, hará de ti alguien con mucho más potencial.

La semana que viene seguiremos con la segunda de mis R’s. Hasta entonces, no olvidéis ser felices.

 

 

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Es época de cambios porque sí, porque después de muchos años me lo merezco. Porque sé lo que quiero hacer, y voy a luchar por ello sin descanso.

Como el título de la película de Garci, ganadora del Oscar en el 83, ha llegado el momento de «Volver a empezar».

Llegar hasta aquí ha supuesto una larga travesía por el desierto hasta encontrar ese famoso «foco» del que todo el mundo habla. A mi alrededor veía como la gente lograba dar con aquello que quería hacer. En cambio yo seguía frustrada viendo los días pasar, totalmente bloqueada.

¿Qué me ocurría?. ¿Acaso no era lo que tanto deseaba después de años trabajando para otros?. Abandoné mi trabajo por cuenta ajena porque tenía un «Plan B» en mi mente, y sin embargo han transcurrido 5 años hasta hoy.

Si bien es cierto que no he perdido el tiempo, pues me he dedicado a formarme en profundidad, no terminaba de encontrar mi «para qué«.

No sé si os ha ocurrido algo similar alguna vez, pero estoy convencida de que sí. Y esa sensación de no saber muy bien hacia dónde vas, te deja un desasosiego importante que puede hacerte caer en el desánimo más absoluto.

Precisamente este período me lo he querido tomar como un regalo, como una oportunidad que me ha brindado la vida para despegarme de aquello con lo que no me sentía a gusto, y centrarme en lo que realmente me hace feliz. Aquello con lo que siento que soy más yo.

Nuestro cerebro a veces nos juega malas pasadas. Nos cuesta mucho salir de nuestra «zona de confort», del espacio en el que nos sentimos más seguros y protegidos.

Debemos ser capaces de explorar, abrir nuestra mente, coger nuestras botas y caminar para descubrir nuevos caminos, porque quizás si te metes en uno de esos caminos estrechos que no sabes bien hacia dónde nos conduce-pero que nos ha llamado poderosamente la atención-, quizás en ese camino, encontremos nuestra razón de ser. El motivo por el que estamos aquí.

El motivo por el que yo estoy aquí, ahora escribiendo estas líneas, es el querer ayudar a otras personas a entrenar su mente para conseguir sus objetivos. Y esos objetivos pueden ser muy diversos: coordinar equipos de trabajo, motivar a tus empleados o a ti mismo/a, aprender a gestionar nuestras emociones, conectar con nuestros clientes, tomar decisiones que afecten a nuestro negocio, etc.

Y ¿cómo lo hago?. Pues a través de la neurociencia aplicada a los negocios, centrándome básicamente en el neuromanagement, neuromarketing y la neuroeconomía. Porque nuestro cerebro nos da muchas pistas sobre cómo actuamos y por qué hacemos unas cosas dejando de hacer otras.

Todo ello aderezado con un toque de «rock», que forma parte de mi esencia ya que sigo en activo con mi banda PSIDERALICA con la que estamos recorriendo Europa desde hace unos años.

La neurociencia, el rock y la docencia, se han convertido en los tres pilares esenciales que impregnan mis «Rockonferenzias«: una forma diferente de interactuar con empresarios y empresas.

«Volver a empezar», intentar hacer las cosas de manera diferente para obtener los resultados que queremos, requiere un esfuerzo. Entrenemos juntos para recorrer ese emocionante camino y conseguir lo que nos propongamos.

Si estás dispuesto/a, contacta conmigo a través de mi página web www.marianlopez.es, o en redes sociales.

La semana que viene comenzaremos a desgranar mi filosofía de las 3 R’s (R&R&R) y cómo aplicarla. Hasta entonces, no olvidéis ser felices.