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En los 90 el archiconocido grupo AC/DC cantaba eso de «Come on, come on listen to the moneytalk» («Vamos, vamos, escucha la charla del dinero»). Con él suelo abrir algunos de mis cursos porque me encanta y me va «de perlas» para introducir temas que tengan que ver con las finanzas.

Y es que la música y el dinero están estrechamente relacionados. Al margen de las historias acerca de cantantes o grupos sumidos en la ruina más absoluta por no saber manejar sus finanzas, lo cierto es que la industria musical puede darnos lecciones sobre economía bastante interesantes.

El mayor quebradero de cabeza en la industria musical es cómo monetizar un disco en una época en la que consumir música es prácticamente gratis.

Lejos quedan ya los días en que los músicos vivían prácticamente de sus ventas de discos (en formato cassette, vinilo o CD). De un tiempo a esta parte, cualquiera de nosotros puede acceder a nuestros temas favoritos de manera gratuita o a precio irrisorio. ¿Cómo? A través de plataformas de streaming como Spotify.

El streaming permite que cualquier persona en cualquier parte del mundo pueda escuchar su música favorita a coste cero.

Actualmente gran parte de los ingresos de los músicos proviene de sus actuaciones en vivo. Aquí cito a Alan Krueger, quien fue asesor económico del expresidente Obama y su más que recomendable libro (disponible sólo en inglés) titulado «Rockonomics». Krueger cita en su libro a Paul MacCartney como ejemplo de lo dicho anteriormente: el 80% de sus ingresos provienen de sus conciertos en vivo. Ya os podéis imaginar, el descalabro económico que el Covid-19 está causando en el gremio.

Razones más poderosas que la adrenalina hacen que artistas no ya tan jóvenes continúen «dando guerra» sobre sobe los escenarios (para disfrute de muchos). Muchos de ellos sin ni siquiera aportar nuevo material. ¡Los fans quieren escuchar los clásicos de siempre!

Otra de las fuentes de ingresos de los músicos son sus negocios complementarios. Muchas de las grandes estrellas tienen negocios paralelos que les proporcionan una buena cantidad de dinero.

Os puedo poner unos cuantos ejemplos. Rihanna es una de las artistas musicales más ricas del mundo según la revista «Forbes». Hace más de 4 años que no saca un disco, sin embargo sus firmas de moda y cosméticos están logrando alcanzar un gran éxito.

El cantante de Iron Maiden, Bruce Dickinson, también le ha sacado jugo a esto de los negocios complementarios: es conferenciante de moda en el mundo empresarial, tiene su propia empresa de mantenimiento de aviones (es piloto), desarrolla los primeros drones comestibles del mundo, diseña su propia cerveza con el nombre del grupo que se vende actualmente en más de 50 países … ¡Eso sí que es Rock&Roll!

La economía colaborativa también se cuela en el mundo de la música. Grandes artistas consagrados colaboran con jóvenes que «lo están petando» en la actualidad. Ambos salen ganando: los veteranos vuelven a ser visibles y los jovencitos suman likes a sus ya rebosantes redes. Una de las últimas colaboraciones ha sido la de Madonna con Dua Lipa causando un gran revuelo ya que la cantante de «Like a Virgin» ni siquiera se digna a aparecer en el video.

Los AC/DC también tiene algo que decir al respecto. Con su álbum «Back in Black» (1980) vendieron más de 50 millones de copias. Son un grupo de culto al que siguen varias generaciones. ¿Cuántas de vosotras no tenéis alguna camiseta de AC/DC comprada en Bershka? No sólo viven de sus giras. El merchandising, o sus negocios alternativos (tienen hasta un crucero propio), les proporcionan grandes alegrías. El grupo amasa una considerable fortuna. De hecho los hermanos Young se encuentran entre las familias más adineradas de Australia.

Ellos ya lo decían en su canción «Moneytalks»: «Ámame por el dinero (…) Escucha la charla del dinero». Y es que cuando se tiene, suena bien. Pero desgraciadamente, son muchos los artistas anónimos que jamás llegan a escuchar su sonido. Aunque de eso ya hablaremos otro día…

 

 

 

 

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En 1987 el grupo R.E.M. publicó su álbum «Document». Contenía una canción que muchos de nosotros/as hemos bailado cuyo largo título me ha inspirado para el contenido de este nuevo post. Se llamaba «The End of the World as We Know (And I Feel Fine)».

Y es que si algo nos ha traído toda esta movida del Covid-19 es el fin del mundo tal como lo conocíamos hasta ahora. En pocos meses nuestras vidas han dado un giro de 360 grados en todos los sentidos: familiar, laboral, económico, social, espiritual, etc.

La incertidumbre se ha instalado entre nosotros, y lo ha hecho para quedarse. Ante esta situación podemos actúar de dos maneras: viviendo constantemente angustiados o afrontando la situación y buscando soluciones que nos hagan sentir bien.

Nuestro cerebro no lo lleva nada bien. Como ya sabéis (seguro que lo habéis oído miles de veces), estamos programados para sobrevivir y todo lo que nos cree inseguridad, el cerebro lo interpreta como amenaza y tiende automáticamente a rechazarlo.

Pero hace ya muchos años que descendimos de los árboles, y pese a convivir con un cerebro primitivo, somos capaces de crear toda una serie de herramientas que nos ayuden a gestionar esa incertidumbre.

Decía el filosofo Voltaire allá por el siglo XVIII que «La incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es una posición absurda». Y es que pese a que nos cueste gestionar la incertidumbre, es absurdo pensar que podemos controlar y conocerlo todo. Y si no, basta con retrotraernos a marzo de este mismo año.

Hemos pasado por muchas fases: euforia (nos hacía cierta «gracia» vivir esa experiencia de estar metidos en casa), aburrimiento, ansiedad, estrés, miedo, apatía, tristeza… Permitidme que os diga algo: ¡Tenemos derecho a sentirnos mal! No soporto a esa gente que nos incita a vivir en un estado de felicidad perpetua.

El duelo hay que pasarlo, ahora toca aceptar la situación y adaptarnos a ella de la mejor manera posible. Habrá cosas que tendremos que posponer y otras que empezamos a hacer de forma diferente, como el teletrabajo o la formación online.

Vamos a aceptar cada día como nos venga y no pensar en lo que sucederá mañana, sino valorar lo que tenemos hoy. Así permitiremos a nuestro cerebro que se relaje: apaguemos ese ruido constante que no nos conduce a nada y aprendamos a sacarle jugo a la vida para vivir más tranquilos/as.

No pasa nada si un día estamos bloqueados/as, si no nos llega la inspiración o somos menos productivos. En momentos como esos lo mejor es desconectar y volver al «on» con la mente despejada.

¿Qué podemos hacer para gestionar esa incertidumbre?

Aquí os dejo algunos consejos para hacerle frente:

1.- Toma conciencia de la situación. ¿Dónde estoy? ¿Cómo y en qué me ha afectado esta crisis?

2.- Traza tu propio mapa. Márcate unas metas y objetivos. Planifica cómo vas a llegar a ellos, qué herramientas necesitas. En situaciones como la actual me gusta mucho hablar del mapa financiero-vital porque no hay nada que nos agobie más que el dinero. Cada uno/a tenemos nuestras circunstancias personales y financieras. Ese mapa nos ayudará a orientarnos y replanificarnos las veces que sea necesario.

3.- Pasa a la acción. La mejor manera para enfrentarse a un sentimiento o una emoción es ponerle un nombre y enfrentarte a ella. Traza un plan de contingencia en el que recojas lo peor que te puede pasar y cómo te vas e enfrentar a ello. Verás como tus miedos se disipan poco a poco.

4.- Aprende a aceptar los riesgos. El riesgo es algo inherente a la incertidumbre: intenta minimizarlo y acepta aquellos riesgos que no puedas eliminar.

5.- Muéstrate abierto/a al cambio. Stephen Hawking decía que «La inteligencia es la capacidad de adaptarse al cambio». Las cosas suceden por algo. Bofetadas como esta, nos abren los ojos y nos permiten replantearnos muchas cosas.

Que nuestra actitud sea la de la canción de REM: «Es el fin del mundo tal como lo conocemos, y me siento bien». Pues eso, empieza una nueva era llena de posibilidades: tomemos nota y aprovechémosla.

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«Ha pasado mucho tiempo desde el Rock and Roll (…) Oh, déjame recuperarlo». Con estas frases empieza la canción de Led Zeppelin incluida en su álbum Led Zeppeling IV de 1971 y escrita por Jimmy Page (guitarra del grupo).

He querido titular así este post porque ese es precisamente el estado en el que me encuentro: tengo ganas de Rock&Roll.

Después de casi dos meses de confinamiento el Covid-19 sigue privándonos de los escenarios y la verdad es que tengo «mono» de subirme a ellos y darlo todo.

Pero pese a todo, sigo pensando que en los escenarios o fuera de ellos, hay que tener actitud rockera para afrontar esta situación.

Veréis, soy autónoma (ofrezco servicios de formación a empresas) y además cantante en un grupo de rock. Durante todo este tiempo mi actividad en ambos campos se ha visto drásticamente afectada.

Y me diréis… ¡Existe la formación online! Lo sé, pero a mí me van las personas y trabajar con ellas a través de una pantalla (aunque lo hago), se me hace raro.

Como yo, hay muchas personas que han visto mermados sus ingresos drásticamente o incluso, en el peor de los casos, han tenido que cerrar sus negocios.

Ante esta situación… ¿Qué podemos hacer?

Ahí es donde pongo en marcha mi filosofía de vida, que se ha convertido en mi tótem tanto a nivel laboral como personal y no es otra que la que denomino «Mi filosofía de las 3 R’s». Hoy quiero compartirla con vosotros por si os puede servir de ayuda.

Estamos saturados/as de escuchar consejos sobre cómo debemos cuidarnos, primero durante el confinamiento y ahora a lo largo del proceso de desescalada.

Nos hacen poner en «modo zen» para que cuidemos nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro alma y poder afrontar mejor el estrés emocional al que nos estamos viendo sometidos.

Pues bien, mi propuesta es la siguiente: «Pasa del modo zen al modo rock con tres sencillas pautas». Aquí es donde introduzco las 3 R’s a las que he hecho referencia anteriormente:

Primera R: Rock your life. «Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes cambiarlo, cambia de actitud» (Maya Angelou). La actitud ante las situaciones que se nos presenten en la vida, lo es todo. No podemos estar lamentándonos continuamente. Ahora es el momento de afrontar los problemas y plantarles cara. ¿Cómo?

Segunda R: Rock your mind. «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo» (Albert Einstein). Replantéate tu modelo de negocio. En estos días estáis viendo como muchos negocios se están transformando. Hay muchos ejemplos, desde empresas textiles que han pasado de las colecciones de moda a confeccionar mascarillas o batas para el sector sanitario, a restaurantes que ofrecen servicio «take away» para que sus clientes sigan disfrutando de la comida que tanto les gusta. Dale caña a tu mente y pon en marcha tu creatividad para adaptar tu negocio a los tiempos que corren.

Tercera R: Rock your money. «El fin último en un proceso de toma de decisiones es común en todas las personas: la obtención de un beneficio» (Gary Becker). Y es que no nos engañemos, todos buscamos obtener una recompensa por lo que hacemos. Eso hace que nos sintamos mejor y alcancemos ese bienestar que tanto ansiamos. Si algo nos ha enseñado esta crisis sanitaria con respecto a nuestro dinero es que debemos aprender a organizarnos mejor, planificar nuestra economía para hacer frente a posibles imprevistos para que cuando lleguen, no nos quiten el sueño.

Así que ya sabéis, amiguitos/as: ha llegado el momento de sacudirnos las telarañas y pasar a la acción.

¡Larga vida al rock and roll!

 

 

 

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Bien pensado, una banda de rock y una empresa tienen muchos paralelismos: los fans, la motivación, tratar de innovar, crear algo. Pero de todos esos paralelismos hay uno en concreto que ha dejado muchas víctimas en el camino: la gestión de egos dentro del equipo.

La palabra “Ego” proviene del latín y se traduce como “Yo”. Para el mundo de la psicología, el ego es la manera en que psíquicamente una persona se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad.

En lenguaje coloquial, hablamos del ego como un exceso de autoestima, de amor hacia uno/a mismo/a. Existen en nuestro idioma, palabras como ególatra o egoísta que hacen referencia a ello.

Como ya sabéis en una banda de rock, los componentes se unen en torno a algo que les entusiasma, y es su pasión por la música. Pero como decía mi abuela “Cada uno/a es de su padre y de su madre” (otra frase rescatada de la sabiduría popular). Y ahí es donde llega el problema…

¿Es posible que personas diferentes se pongan de acuerdo para hacer algo? Os diré que en un grupo de música o en una empresa, es no sólo posible, sino necesario. Pero ¿Qué ocurre cuando una o varias de esas personas tienen un elevado nivel de ego? Simplemente que la convivencia puede llegar a ser insoportable.

Entonces… ¿Cómo lo hacemos para manejar esa situación? A veces es difícil “controlarlo” y la presión termina por destruir el grupo.

Bandas como Oasis, Pink Floyd o los mismísimos Guns N’Roses, han acabado separándose “por culpa” de egos exacerbados.

Otros no se separan, pero se ven “obligados” a “convivir” con esos egos. Ya es célebre la frase del bajista y vocalista de Kiss (Gene Simmons), quien en una ocasión dijo algo así como: “¿Yo Dios? No, sólo soy su mano derecha”.

La persona portadora de un ego tan exacerbado, lo primero que debe hacer es aprender a bajar el volumen. Sólo desde un plano menos ególatra, podrá empezar a tener relaciones sanas con el resto del grupo.

Recordemos que una banda de rock no deja de ser un equipo, y éste nunca es una suma de egos. En una banda de rock, cada uno de sus integrantes tiene un rol concreto: alguien cantará porque tenga dotes para ello, otros tocarán algún instrumento…

Pero para que todo fluya de manera armoniosa, cada uno/a de los componentes del grupo debería tener libertad suficiente para aportar ideas tanto en la composición de las canciones como en la puesta en escena.

Sin embargo, hay grupos en los que un solo miembro de la banda asume el rol protagonista queriendo hacerlo todo él y privando a sus compañeros de dar su opinión.

Muchas veces, el ego oculta un miedo atroz a que alguien que no seas tú, consiga destacar en algo. Einstein decía que cuanto mayor era el conocimiento, menor era el ego y viceversa.

Sin embargo, un grupo de rock debería ser la suma de varios talentos. Se necesitan todos y cada uno de ellos para construir un equipo sólido que consiga sus objetivos (en este caso, llegar al público y vender sus discos).

A veces, si el ego es demasiado intenso, la única solución pasa por deshacerse del miembro “tóxico” para que el equipo pueda seguir avanzando. Eso sí, la persona que venga deberá “estar a la altura” del resto de sus compañeros.

Algunos consejos para gestionar egos dentro de un equipo:

  • En primer lugar es necesario que quien gestione el equipo conozca muy bien a cada persona.
  • Manejar objetivos claros desde el principio, siempre fomentando la cultura del respeto.
  • Recordar que todos vais en el mismo barco.
  • Plantear retos. Para mantener ocupado al equipo hay que plantearles retos y desafíos que vayan en proporción al nivel de talento y cualidades de cada persona. Así se consigue “compromiso”.
  • Aprender a resolver conflictos. Los conflictos deben resolverse de manera rápida y diplomática para que no se conviertan en un problema.
  • Haz valer tu liderazgo. No todo el mundo tiene capacidad para ser líder. Pero ¡ojo! Un buen líder tiene que ser capaz (entre otras cosas) de reconocer el trabajo bien hecho y compartir los logros.
  • Mantener una comunicación constante entre todos los miembros del equipo.
  • Enfócate en satisfacer a tus clientes-fans haciendo lo que te apasiona. Sólo desde ahí conseguirás llegar a ellos.

Como decía el gran Marlon Brando: “Un actor es una persona que no te escucha a menos que estés hablando de él”. Y es que a todos nos gusta sentirnos protagonistas, pero ceder el protagonismo a otra persona no resulta fácil, ¿verdad?

Prometo volver en breve con un nuevo post, pero hasta entonces… Por favor, sed felices.

 

 

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Corría el mes de julio de 2017 cuando hallaron muerto en su casa de Los Ángeles a Chester Bennington, vocalista y líder del grupo de rock Linkin Park. La verdad es que a todos los que somos fans del grupo, la noticia nos cayó como una jarra de agua fría.

Cuando se subía a un escenario, Bennington era puro rock & roll. De lo contrario, la cosa no habría funcionado. Su voz prodigiosa, su actitud y muchas buenas canciones, hicieron de Linkin Park una banda de culto.

Pero lo mejor no era sólo su música. La banda supo adaptarse a los “nuevos tiempos” y ampliar sus miras.

La música en general no atraviesa su mejor momento, y los que nos dedicamos a esto lo sabemos. Caen las ventas de discos, las descargas musicales, pero en cambio los servicios de streaming suben.

La tecnología ha forzado a muchos artistas a replantearse la forma de hacer negocios. Los artistas de más éxito, vislumbran nuevos horizontes y deciden dar el salto para expandir esos negocios a otras áreas como la moda, la tecnología o los videojuegos.

Los chicos de Linkin Park resultaron ser bastante avispados. Ya en 1.999- antes del lanzamiento de su primer álbum-, la banda con la ayuda de un banquero de inversión, estableció una firma de innovación llamada Machine Shop con el objetivo de incrementar sus ingresos.

Machine Shop se centraba en servicios de marketing y en los videojuegos.

En el 2.000, la banda a la par que autoproducía su primer álbum, decidió crear un plus a través de conversaciones en línea entre ellos y sus fans.

Por aquél entonces, una joven becaria llamada Jessica Sklar que trabajaba para el grupo, hizo evolucionar esa conversación en línea hacia eventos, meetups y conciertos, a través de los que se producía un acercamiento más cercano entre el grupo y sus fans. Fruto de estos encuentros, surgió el club de fans “Linkin Park Underground”.

Pero la cosa no quedó ahí, porque Linkin Park-con el asesoramiento adecuado por supuesto-, continuó con su evolución. Para afrontar su nuevo reto, acudieron en busca de ayuda, a una experta en estrategias de marketing para firmas de marketing y entretenimiento.

La elegida fue la profesora de la Harvard Business School, Anita Elberse. Ella y algunos de sus alumnos, realizaron un estudio en el negocio que representaba Linkin Park para darle un giro.

A raíz de este estudio, la banda se replanteó algunas cosas:

  • Necesitaban crear un concepto de marca global que resultara atractiva a sus “posibles” futuros socios.
  • Tenían que crear contenido creativo para comunicar de manera eficaz el punto de vista de su marca.
  • Debían asegurarse de que la ética de su marca estaba suficientemente clara y que ésta se reflejara en todos los aspectos de la banda.
  • Era importante que diversificaran sus fuentes de ingresos para minimizar el riesgo
  • Además, debían expandir el concepto de su marca.

A mediados de mayo de 2015 se lanzó “Machine Shop Ventures”, la firma de capital de riesgo de la banda enfocada para invertir en compañías de crecimiento en fases tempranas alineadas con la ética de la banda, que busca conectar personas e innovar a través de la tecnología y el diseño.

Así Linkin Park, a la vez que tocaban, aprovechaban sus tours para contactar con compañías de tecnología, marcas y firmas de capital riesgo a fin de estudiar la posibilidad de aliarse con ellas.

A través de la historia de esta banda, podemos comprobar cómo las empresas deben “reinventarse” y adaptarse a los cambios para sobrevivir. En este proceso es importantísimo dejarse asesorar por expertos que puedan ayudarte a escoger las mejores opciones para tu compañía.

¿Qué ha conseguido Linkin Park en estos años?. Continuar haciendo música, pero además ampliar su negocio ayudando a empresas que empiezan en sectores con los que la banda se siente identificada: una jugada redonda. Diversificar es la mejor manera de minimizar el riesgo.

El ejemplo de esta banda puede servir para no quedarnos estancados y abrirnos a nuevas posibilidades siempre que éstas se encuentren alineadas con los valores de nuestra marca. 

Por si esto fuera poco, abrir nuestra mente, aprender cosas nuevas, hace que nuestro cerebro esté en constante evolución, transformándose las conexiones neuronales. En otras palabras, nuestro cerebro se mantiene joven. ¿Qué más podemos pedir?.

Pasemos a la acción, no tengamos miedo a evolucionar, adaptar nuestro negocio o nuestra marca a los nuevos tiempos. Como decían los mismísimos Linkin Park: “Deja el pasado, vive el presente y espera el futuro”.

Pronto volveré con un nuevo post. Hasta entonces, por favor, sed felices.

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Los Rolling Stones llevan más de 50 años triunfando sobre los escenarios. Eso es algo muy complicado en una banda de rock, pero ellos han demostrado que pese a sus diferencias, han conseguido mantenerse unidos y lograr un objetivo común: el éxito.

Lo que no sé si sabéis es que además de ser el líder de la banda, Mick Jagger también ha demostrado ser avispado en eso de los negocios.

Hoy en día nadie duda del valor que como marca, tienen los Rolling. Sin embargo, rentabilizar el dinero que generaba el grupo no era tarea fácil.

El nombre «Rolling Stones» engloba toda una arquitectura financiera: existen diversas fuentes de ingresos así como distintos modelos de negocio.  Todo ello unido al ya de por sí complicado y enrevesado mundo de la industria musical y del espectáculo en general, hizo necesaria la figura de alguien que «hiciera magia» con los negocios.

Ese mago apareció en la vida de los Rolling allá por el año 1968. Se trataba del príncipe Rupert Loewenstein,-nacido el 24 de agosto de 1933 en Mallorca-, banquero y gerente financiero de la banda, a quienes sus «satánicas majestades» apodaron como «Rupie the Grupie».

El príncipe Loewenstein revolucionó las finanzas de la banda (quienes no comprendían cómo su éxito no se traducía en dinero), al plantearlas como si el grupo fuera una empresa con cuatro áreas de negocio diferenciadas:

  • Giras.
  • Publicidad.
  • Discos.
  • Derechos de imagen y «merchandising».

Como era de esperar, el príncipe no les pasaba ni una, y decidió dirigir con mano de hierro las finanzas de las giras para que resultaran rentables. Se mantuvo al frente de los números durante 40 años.

La cosa no fue fácil para Loewenstein que tuvo que combinar su faceta de banquero con la de psiquiatra y niñera, reduciendo incluso el séquito de «amigotes» que acompañaban a los Rolling en sus giras.

Keith Richards llegó a decir de Loewwnstein: «Interpreta las finanzas como yo toco la guitarra».

A principios de los 90, se unió al equipo el productor Michael Cohl (Canadá 1948) que introdujo otra gran revolución: eliminó a los productores de sus negociaciones.

Para los que no lo sepáis, os diré que un promotor musical es la figura que se encarga básicamente de publicitar los conciertos para que lleguen a buen puerto (trata con los managers de las bandas, elige y reserva salas, promociona el show, etc).

Pues bien, Michael Cohl decidió que en vez de negociar cada concierto con un promotor distinto, propondría una especie de «tarifa plana«: un pago único por gira. Se contrataba la gira al completo por un precio cerrado (por ejemplo 30 millones de dólares por treinta conciertos). Eso les permitió negociar directamente con los locales sin necesitar un promotor al que pagar para que hiciera el trabajo.

Además Cohl también amplió los ingresos de la banda con ideas como la venta de localidades junto al escenario (las zonas VIP), incrementó los contratos con televisión, patrocinio corporativo y un «merchandising» más diversificado… ¿Cuántos artículos podéis ver en tiendas con la famosa lengua de los Rolling?.

Sólo os daré un dato: la gira «A Bigger Band» del 2005, generó 550 millones de dólares. Una cifra que demuestra cómo una banda de rock, puede convertirse también en una gran empresa.

El estilo de vida del príncipe Rupert Loewenstein tenía poco que ver con el mundo del rock, lo que al final terminó pesando en la balanza y en 2007 los Stones decidieron prescindir de sus servicios.

Loewenstein murió con 80 años el 20 de mayo de 2014 en Londres, víctima del Parkinson. Probablemente olvidó sus «años rockeros», pero en la memoria de todos quedará la historia de que una vez hubo un príncipe en la corte satánica.

**»Please allow me introduce myself

I´m a man of wealth and taste

I’ve been around for a long, long year

Stole many man´s soul and faith…»

 

** («Por favor permíteme que me presente, soy un hombre de dinero y buen gusto, he estado aquí durante un largo, largo año, he robado el alma y la fe de muchos hombres…»).

 

 

 

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Maya Angelou (1928-2014) es una conocida escritora, cantante y activista que utilizo como referente entre otras cosas, porque pronunció una frase que encaja perfectamente en la primera de mis 3 R´s : «Rock your life«.

Ella dijo algo así como: «Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes cambiarlo, cambia de actitud».

Y es que la actitud con la que decidamos enfrentarnos a la vida, lo es todo.

El ejemplo perfecto lo tenemos en dos patrones opuestos, que se repiten en nuestra sociedad: quienes ven el vaso medio vacío y quienes lo ven medio lleno.

Hay personas cuya naturaleza es pesimista y otras que, por el contrario, se muestran mucho más optimistas ante las visicitudes de la vida.

Casi la mitad de las diferencias que existen en nuestra personalidad, se deben a factores genéticos. Pero se ha descubierto que a lo largo de la vida esto se puede modificar. Las personas más tendentes al pesimismo, no pueden excusarse diciendo que son así:  esa no es la actitud.

«Rock your life» significa precisamente eso, que aunque tengamos cierto componente genético que formará nuestra personalidad, ésta se puede modificar.

No se trata de negar las dificultades con las que nos vayamos encontrando, sino de transmitirnos a nosotros mismos una serie de «consignas» o «trantas» que nos ayuden a superarlas.

Tenemos que llegar a ser capaces de autoestimularnos, autoanimarnos y por qué no, autocorregirnos, como hacen los buenos deportistas.

Otro fallo en el que caemos con mucha frecuencia es el de no asumir nuestros propios errores, o lo que es peor, no aprender de ellos. Cuando aprendemos de algo que no ha salido bien, no debemos verlo como un fracaso, sino como una experiencia.

Ser optimista equivale a vivir mejor, hace surgir en nosotros sentimientos de bienestar y nos recarga las pilas para afrontar situaciones difíciles.

Los pensamientos negativos activan una zona del cerebro denominada amígdala, relacionada con la aversión al riesgo. Además nos predispone a estar mucho más estresados. Por el contrario, la mentalidad positiva fomenta el pensamiento creativo y nos ayuda a resolver problemas. Por si esto fuera poco, reduce los niveles de estrés, mejorando el bienestar y aumentando la productividad.

No se trata de obviar los problemas o los riesgos que nos vayan surgiendo, sino dejar de verlos como una barrera. Alguien optimista no se atascará al ver el lado negativo de algo, sino que encontrará un camino alternativo para ponerlo en positivo.

Todo lo aquí expuesto, tiene repercusiones directas en el mundo empresarial. Poneros en la piel de un empresario o de alguien responsable de equipos.

¿Con quién trabajaríais mejor?. ¿Con alguien positivo, capaz de encontrar alternativas, soluciones creativas, o con alguien que se atasca en el problema y se muestra incapaz de buscar otras opciones?.

Está claro, ¿no?.

Ser optimista no es una cualidad, sino una habilidad que debe entrenarse.

Hay cuatro sencillos pasos que pueden ayudarte para empezar a cambiar y sólo necesitas 4 minutos:

  1. Comienza identificando uno o dos de esos pensamientos negativos que te atormentan y plásmalos en un papel (1 min).
  2. Cierra los ojos e intenta relajarte centrándote en tu respiración (1 min).
  3. Deja que fluyan tus pensamientos y obsérvalos. No intentes eliminar los pensamientos negativos, sólo déjalos pasar (1 min).
  4. La última fase es la visualización. Imagina cuál sería el mejor resultado posible a ese problema, con todo lujo de detalles (1 min).

Ya sabes: «Querer es poder». A partir de ahora, aplica la filosofía «Rock your life» y empieza cambiando gradualmente aquellas pautas de conducta negativas, para transformarlas en positivas.

Eso, además de hacerte sentir mejor, hará de ti alguien con mucho más potencial.

La semana que viene seguiremos con la segunda de mis R’s. Hasta entonces, no olvidéis ser felices.

 

 

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Es época de cambios porque sí, porque después de muchos años me lo merezco. Porque sé lo que quiero hacer, y voy a luchar por ello sin descanso.

Como el título de la película de Garci, ganadora del Oscar en el 83, ha llegado el momento de «Volver a empezar».

Llegar hasta aquí ha supuesto una larga travesía por el desierto hasta encontrar ese famoso «foco» del que todo el mundo habla. A mi alrededor veía como la gente lograba dar con aquello que quería hacer. En cambio yo seguía frustrada viendo los días pasar, totalmente bloqueada.

¿Qué me ocurría?. ¿Acaso no era lo que tanto deseaba después de años trabajando para otros?. Abandoné mi trabajo por cuenta ajena porque tenía un «Plan B» en mi mente, y sin embargo han transcurrido 5 años hasta hoy.

Si bien es cierto que no he perdido el tiempo, pues me he dedicado a formarme en profundidad, no terminaba de encontrar mi «para qué«.

No sé si os ha ocurrido algo similar alguna vez, pero estoy convencida de que sí. Y esa sensación de no saber muy bien hacia dónde vas, te deja un desasosiego importante que puede hacerte caer en el desánimo más absoluto.

Precisamente este período me lo he querido tomar como un regalo, como una oportunidad que me ha brindado la vida para despegarme de aquello con lo que no me sentía a gusto, y centrarme en lo que realmente me hace feliz. Aquello con lo que siento que soy más yo.

Nuestro cerebro a veces nos juega malas pasadas. Nos cuesta mucho salir de nuestra «zona de confort», del espacio en el que nos sentimos más seguros y protegidos.

Debemos ser capaces de explorar, abrir nuestra mente, coger nuestras botas y caminar para descubrir nuevos caminos, porque quizás si te metes en uno de esos caminos estrechos que no sabes bien hacia dónde nos conduce-pero que nos ha llamado poderosamente la atención-, quizás en ese camino, encontremos nuestra razón de ser. El motivo por el que estamos aquí.

El motivo por el que yo estoy aquí, ahora escribiendo estas líneas, es el querer ayudar a otras personas a entrenar su mente para conseguir sus objetivos. Y esos objetivos pueden ser muy diversos: coordinar equipos de trabajo, motivar a tus empleados o a ti mismo/a, aprender a gestionar nuestras emociones, conectar con nuestros clientes, tomar decisiones que afecten a nuestro negocio, etc.

Y ¿cómo lo hago?. Pues a través de la neurociencia aplicada a los negocios, centrándome básicamente en el neuromanagement, neuromarketing y la neuroeconomía. Porque nuestro cerebro nos da muchas pistas sobre cómo actuamos y por qué hacemos unas cosas dejando de hacer otras.

Todo ello aderezado con un toque de «rock», que forma parte de mi esencia ya que sigo en activo con mi banda PSIDERALICA con la que estamos recorriendo Europa desde hace unos años.

La neurociencia, el rock y la docencia, se han convertido en los tres pilares esenciales que impregnan mis «Rockonferenzias«: una forma diferente de interactuar con empresarios y empresas.

«Volver a empezar», intentar hacer las cosas de manera diferente para obtener los resultados que queremos, requiere un esfuerzo. Entrenemos juntos para recorrer ese emocionante camino y conseguir lo que nos propongamos.

Si estás dispuesto/a, contacta conmigo a través de mi página web www.marianlopez.es, o en redes sociales.

La semana que viene comenzaremos a desgranar mi filosofía de las 3 R’s (R&R&R) y cómo aplicarla. Hasta entonces, no olvidéis ser felices.