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Esta pandemia nos ha pillado a todos por sorpresa. El otro día en un programa de televisión comentaban que entre el Covid-19 y la gran nevada ya sólo faltaba que aparecieran los jinetes del Apocalipsis…

Llevamos un año duro y lo peor es que no terminamos de ver la luz al final del túnel. Son muchos los negocios que se verán obligados al cierre, pero yo quiero hablar de un sector que a mí como cantante, me toca la fibra: el sector de la música.

La música además de estimular nuestro cerebro desde antes de nacer, forma parte de nuestras vidas: nos hace recordar momentos especiales, nos reconforta cuando estamos de bajón, nos ayuda a relacionarnos, etc. De hecho la palabra persona tiene raíces latinas. Está formada por dos vocablos: per y son, que significan “el sonido pasa a través de”.

Esta crisis global ha supuesto un parón sin precedentes en el sector musical. De hecho en nuestro país, el 2020 ha cerrado con pérdidas de 1.000 millones de euros (pérdidas directas a las que deben sumarse unos 7.000 euros más de indirectas). A eso habría que añadir la suspensión de 25.000 conciertos.

Son muchas las familias que se verán afectadas, porque cabe recordar que un concierto no lo forman sólo los músicos que actúan en directo. Detrás hay muchísimo trabajo que afecta a su vez a muchos otros sectores.

Imaginemos por ejemplo un macro festival como el Mad Cool de Madrid. ¿Sabéis la infraestructura que se necesita para montarlo? Transporte, montaje de escenario, camerinos, baños; catering, técnicos (iluminación, sonido), bebida, camareros/as para barras, personal de seguridad y mantenimiento, mobiliario, cobertura del evento a través de medios de comunicación (uso de cámaras y drones), personal para taquillas, empresas de merchandising, etc, etc…

Las salas de conciertos también están en la cuerda floja. Con aforos limitados, cierres temporales (según evolucione la pandemia). Las pérdidas en este sector rondan los 120 millones de euros, sin contar que la mayoría de trabajadores de estas salas se encuentran afectados por un ERTE desde que se inició el confinamiento en marzo.

También los productores musicales han sufrido cuantiosas pérdidas. Según Promusicae, la industria discográfica española ha perdido más de 100 millones de euros como consecuencia de la pandemia.

A eso hay que sumar el parón que hemos sufrido los artistas. Pese a que hayamos dedicado nuestro tiempo a componer o grabar temas nuevos, a nosotros lo que realmente “nos pone” es compartir nuestra música en directo, con nuestros fans, con las salas llenas de gente coreando los temas y moviéndose al ritmo de tus canciones. Y eso, por ahora, no es posible.

Es muy importante intentar, pese a todo, ser positivo/a. Pensar que esto es pasajero, que las redes sociales han hecho posible que mantengamos el contacto con nuestros fans (algunos/as han tenido que trabajar a tope su empatía para seguir conectados con su gente).

Este período nos ha servido para recapacitar, para hacer planes pensando en montar algo que sea “la leche”.

Cuando todo se normalice, ayudadnos. Prometemos recompensaros de la mejor manera que sabemos: haciéndoos vibrar.

Please… Don’t stop the music!

 

 

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Dynamite es el título del primer sencillo en inglés del grupo de K-Pop coreano BTS. Desde su estreno el pasado 20 de agosto, lleva ya más de 360 millones de reproducciones en Youtube: todo un fenómeno mundial.

Esta boyband es pura dinamita. Desatan la locura entre el público joven con sus canciones pegadizas acompañadas de una imagen de lo más cool.

Desde su nacimiento en el 2013, los BTS no han parado de generar dinero y claro, eso se convierte en un mar de infinitas posibilidades para seguir engrosando la hucha. Por este motivo, el K-Pop coreano ha dado un paso más: la empresa Big Hit Entertainment (que está detrás de BTS) ha decidido que es el momento de salir al parqué.

El debut en Bolsa empieza bien para estos chicos, ya que cada uno de los integrantes del grupo más famoso de este género musical, será obsequiado con un paquete de acciones valorado en unos 6,5 millones de euros. Será la mayor salida a Bolsa en Corea del Sur de los últimos tres años (unos 7,13 millones de acciones de 75 a 96 euros por acción).

Las inversiones financieras y la música están más unidas de lo que pensáis. De hecho es un negocio más que puede proporcionar algunas alegrías a quienes decidan lanzarse a por él.

Existen varios ejemplos. Uno de ellos sería el Fondo de Inversión Hipgnosis Songs que cotiza en la Bolsa de Valores de Londres desde el 2018. En marzo evidentemente cayó en picado, pero vuelve a dar beneficios.

Detrás de Hipgnosis Songs se esconde su creador Merck Mercuriadis que fue representante entre otros de Beyoncé, Iron Maiden o Guns N’Roses… ¡Casi nada! El Fondo invierte en canciones de éxito y los derechos de propiedad asociados a éstas.

¿Su secreto? Según Mercuriadis siempre se consume música. Tanto cuando se celebra algo, como para superar tiempos difíciles como el momento actual que vivimos. Cuanta más música se consuma, mayores beneficios obtienen.

La empresa de inversión americana Shamrock Capital anunció en julio de este año el próximo lanzamiento de un fondo que también adquirirá derechos de autor de canciones, compitiendo directamente con el ya existente Hipgnosis Songs.

Y es que como veis, la industria musical, pese al parón de los conciertos en vivo, sigue generando beneficios por otras vías: derechos de autor, consumo a través de plataformas digitales (como Spotify), etc.

La música es pura dinamita y algo necesario en nuestras vidas. ¿Sabíais que la palabra “persona” proviene del latín “per son”? ¿Y que “per son” significa “el sonido pasa a través de”? Nuestras vivencias muchas veces tienen banda sonora propia y eso es algo que ni siquiera se escapa a los grandes inversores.

Los chicos de BTS en su último éxito cantan eso de “I’m diamond, you know I glow up” (“Soy un diamante, sabes que resplandezco)”. La música es y siempre será ese pequeño diamante que nunca dejará de brillar.

 

 

 

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En los 90 el archiconocido grupo AC/DC cantaba eso de «Come on, come on listen to the moneytalk» («Vamos, vamos, escucha la charla del dinero»). Con él suelo abrir algunos de mis cursos porque me encanta y me va «de perlas» para introducir temas que tengan que ver con las finanzas.

Y es que la música y el dinero están estrechamente relacionados. Al margen de las historias acerca de cantantes o grupos sumidos en la ruina más absoluta por no saber manejar sus finanzas, lo cierto es que la industria musical puede darnos lecciones sobre economía bastante interesantes.

El mayor quebradero de cabeza en la industria musical es cómo monetizar un disco en una época en la que consumir música es prácticamente gratis.

Lejos quedan ya los días en que los músicos vivían prácticamente de sus ventas de discos (en formato cassette, vinilo o CD). De un tiempo a esta parte, cualquiera de nosotros puede acceder a nuestros temas favoritos de manera gratuita o a precio irrisorio. ¿Cómo? A través de plataformas de streaming como Spotify.

El streaming permite que cualquier persona en cualquier parte del mundo pueda escuchar su música favorita a coste cero.

Actualmente gran parte de los ingresos de los músicos proviene de sus actuaciones en vivo. Aquí cito a Alan Krueger, quien fue asesor económico del expresidente Obama y su más que recomendable libro (disponible sólo en inglés) titulado «Rockonomics». Krueger cita en su libro a Paul MacCartney como ejemplo de lo dicho anteriormente: el 80% de sus ingresos provienen de sus conciertos en vivo. Ya os podéis imaginar, el descalabro económico que el Covid-19 está causando en el gremio.

Razones más poderosas que la adrenalina hacen que artistas no ya tan jóvenes continúen «dando guerra» sobre sobe los escenarios (para disfrute de muchos). Muchos de ellos sin ni siquiera aportar nuevo material. ¡Los fans quieren escuchar los clásicos de siempre!

Otra de las fuentes de ingresos de los músicos son sus negocios complementarios. Muchas de las grandes estrellas tienen negocios paralelos que les proporcionan una buena cantidad de dinero.

Os puedo poner unos cuantos ejemplos. Rihanna es una de las artistas musicales más ricas del mundo según la revista «Forbes». Hace más de 4 años que no saca un disco, sin embargo sus firmas de moda y cosméticos están logrando alcanzar un gran éxito.

El cantante de Iron Maiden, Bruce Dickinson, también le ha sacado jugo a esto de los negocios complementarios: es conferenciante de moda en el mundo empresarial, tiene su propia empresa de mantenimiento de aviones (es piloto), desarrolla los primeros drones comestibles del mundo, diseña su propia cerveza con el nombre del grupo que se vende actualmente en más de 50 países … ¡Eso sí que es Rock&Roll!

La economía colaborativa también se cuela en el mundo de la música. Grandes artistas consagrados colaboran con jóvenes que «lo están petando» en la actualidad. Ambos salen ganando: los veteranos vuelven a ser visibles y los jovencitos suman likes a sus ya rebosantes redes. Una de las últimas colaboraciones ha sido la de Madonna con Dua Lipa causando un gran revuelo ya que la cantante de «Like a Virgin» ni siquiera se digna a aparecer en el video.

Los AC/DC también tiene algo que decir al respecto. Con su álbum «Back in Black» (1980) vendieron más de 50 millones de copias. Son un grupo de culto al que siguen varias generaciones. ¿Cuántas de vosotras no tenéis alguna camiseta de AC/DC comprada en Bershka? No sólo viven de sus giras. El merchandising, o sus negocios alternativos (tienen hasta un crucero propio), les proporcionan grandes alegrías. El grupo amasa una considerable fortuna. De hecho los hermanos Young se encuentran entre las familias más adineradas de Australia.

Ellos ya lo decían en su canción «Moneytalks»: «Ámame por el dinero (…) Escucha la charla del dinero». Y es que cuando se tiene, suena bien. Pero desgraciadamente, son muchos los artistas anónimos que jamás llegan a escuchar su sonido. Aunque de eso ya hablaremos otro día…

 

 

 

 

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Corría el mes de julio de 2017 cuando hallaron muerto en su casa de Los Ángeles a Chester Bennington, vocalista y líder del grupo de rock Linkin Park. La verdad es que a todos los que somos fans del grupo, la noticia nos cayó como una jarra de agua fría.

Cuando se subía a un escenario, Bennington era puro rock & roll. De lo contrario, la cosa no habría funcionado. Su voz prodigiosa, su actitud y muchas buenas canciones, hicieron de Linkin Park una banda de culto.

Pero lo mejor no era sólo su música. La banda supo adaptarse a los “nuevos tiempos” y ampliar sus miras.

La música en general no atraviesa su mejor momento, y los que nos dedicamos a esto lo sabemos. Caen las ventas de discos, las descargas musicales, pero en cambio los servicios de streaming suben.

La tecnología ha forzado a muchos artistas a replantearse la forma de hacer negocios. Los artistas de más éxito, vislumbran nuevos horizontes y deciden dar el salto para expandir esos negocios a otras áreas como la moda, la tecnología o los videojuegos.

Los chicos de Linkin Park resultaron ser bastante avispados. Ya en 1.999- antes del lanzamiento de su primer álbum-, la banda con la ayuda de un banquero de inversión, estableció una firma de innovación llamada Machine Shop con el objetivo de incrementar sus ingresos.

Machine Shop se centraba en servicios de marketing y en los videojuegos.

En el 2.000, la banda a la par que autoproducía su primer álbum, decidió crear un plus a través de conversaciones en línea entre ellos y sus fans.

Por aquél entonces, una joven becaria llamada Jessica Sklar que trabajaba para el grupo, hizo evolucionar esa conversación en línea hacia eventos, meetups y conciertos, a través de los que se producía un acercamiento más cercano entre el grupo y sus fans. Fruto de estos encuentros, surgió el club de fans “Linkin Park Underground”.

Pero la cosa no quedó ahí, porque Linkin Park-con el asesoramiento adecuado por supuesto-, continuó con su evolución. Para afrontar su nuevo reto, acudieron en busca de ayuda, a una experta en estrategias de marketing para firmas de marketing y entretenimiento.

La elegida fue la profesora de la Harvard Business School, Anita Elberse. Ella y algunos de sus alumnos, realizaron un estudio en el negocio que representaba Linkin Park para darle un giro.

A raíz de este estudio, la banda se replanteó algunas cosas:

  • Necesitaban crear un concepto de marca global que resultara atractiva a sus “posibles” futuros socios.
  • Tenían que crear contenido creativo para comunicar de manera eficaz el punto de vista de su marca.
  • Debían asegurarse de que la ética de su marca estaba suficientemente clara y que ésta se reflejara en todos los aspectos de la banda.
  • Era importante que diversificaran sus fuentes de ingresos para minimizar el riesgo
  • Además, debían expandir el concepto de su marca.

A mediados de mayo de 2015 se lanzó “Machine Shop Ventures”, la firma de capital de riesgo de la banda enfocada para invertir en compañías de crecimiento en fases tempranas alineadas con la ética de la banda, que busca conectar personas e innovar a través de la tecnología y el diseño.

Así Linkin Park, a la vez que tocaban, aprovechaban sus tours para contactar con compañías de tecnología, marcas y firmas de capital riesgo a fin de estudiar la posibilidad de aliarse con ellas.

A través de la historia de esta banda, podemos comprobar cómo las empresas deben “reinventarse” y adaptarse a los cambios para sobrevivir. En este proceso es importantísimo dejarse asesorar por expertos que puedan ayudarte a escoger las mejores opciones para tu compañía.

¿Qué ha conseguido Linkin Park en estos años?. Continuar haciendo música, pero además ampliar su negocio ayudando a empresas que empiezan en sectores con los que la banda se siente identificada: una jugada redonda. Diversificar es la mejor manera de minimizar el riesgo.

El ejemplo de esta banda puede servir para no quedarnos estancados y abrirnos a nuevas posibilidades siempre que éstas se encuentren alineadas con los valores de nuestra marca. 

Por si esto fuera poco, abrir nuestra mente, aprender cosas nuevas, hace que nuestro cerebro esté en constante evolución, transformándose las conexiones neuronales. En otras palabras, nuestro cerebro se mantiene joven. ¿Qué más podemos pedir?.

Pasemos a la acción, no tengamos miedo a evolucionar, adaptar nuestro negocio o nuestra marca a los nuevos tiempos. Como decían los mismísimos Linkin Park: “Deja el pasado, vive el presente y espera el futuro”.

Pronto volveré con un nuevo post. Hasta entonces, por favor, sed felices.