impacto Tag

Tiempo de lectura: 3 minutos

 

Lo recuerdo como si fuera ayer… 19 de abril de 2013, Bilbao. ¿Mis expectativas?: “cero patatero”, pero iba invitada y ahí me planté. Fue mi primera vez frente a Rammstein.

Para los que no los conozcáis se trata de una banda alemana de metal industrial. Lo que vi en aquel escenario, me impactó. Till Lindemann (cantante), apareció con su metro noventa enfundado en un abrigo de peluche rosa. A partir de ahí, luces por doquier, números de pirotecnia,  y el teclista (Christian Lorenz) caminando sobre una cinta embutido en un bodysuit plateado.

Cuando terminó el show sólo podía dedicarme a aplaudir con todas mis fuerzas ante aquello que me había removido por completo.

Rammstein es una banda ya consagrada en la escena musical. Para mí eran un grupo de frikis, con un cantante que no sabe cantar, pero arrolladores sobre las tablas.

Desde ese momento, supe que yo quería causar el mismo impacto en mis clientes… ¿Y quién no?.

Muchas veces  en el entorno laboral, pecamos de ser “políticamente correctos/as” y dejamos atrás nuestra esencia, lo que nos hace diferentes. Nos empeñamos una y otra vez en ponernos capas y no salirnos del guión.

¿Por qué no ser frikis?. ¿Por qué no ser irreverentes?. ¿Por qué no “impactar”?. ¿Tanto miedo nos da salir de nuestra “zona de confort”?.

Pero ¡ojo!… No nos dejemos engañar. Detrás de todo ese show, hay un trabajo exhaustivo para que todo salga “como toca”. Detrás de ese “pack” con el que Rammstein me dejó totalmente loca, hay muchas horas de ensayo, mucho sudor, mucho esfuerzo y mucha constancia, porque de lo contrario, nada habría funcionado.

¿Sabíais que el cantante estudió pirotecnia para poder hacer él mismo sus propios números?. Aquí no se deja nada al azar, aunque lo parezca. Todo está medido milimétricamente para que  el espectáculo resulte una experiencia inolvidable, como si fuera tu primera vez.

La combinación perfecta: impactar con un producto sólido y contundente que cumpla tus expectativas.

Además en esa ecuación hay que añadir otro elemento fundamental: la sorpresa.

Ya os he comentado que mis expectativas antes de acudir al concierto de Rammstein eran cero. Como banda no me interesaban demasiado, y ni siquiera me molesté en visualizar algunos de sus shows anteriores.

Y es que inconscientemente, podemos desear mucho más la experiencia impredecible sobre aquella experiencia que conscientemente creemos que deseamos.

Nuestro cerebro encuentra mucho más gratificante aquellos estímulos impredecibles que los que son predecibles.

Cuando se consigue provocar una sorpresa en un cliente, uno de los efectos que causa es un aumento de la atención por parte de éste. En el momento de la sorpresa, el cerebro se focaliza en aquello que ha provocado dicha sorpresa.

Cada uno de nosotros tenemos una normalidad distinta y únicamente aquello que la altera,  que rompe nuestro patrón diario, será aquello que producirá en nosotros una respuesta de estas características. Todo aquello que nuestro cerebro considera que no es normal, será susceptible de provocarnos una sorpresa.

La sorpresa rompe nuestros patrones esperados y eso es lo que hace de ella un instrumento sumamente eficaz en marketing.

Se trata de despertar en nuestros clientes su curiosidad, en que cada vez que cuenten con nosotros sea “su primera vez”.

Conseguirlo no resulta fácil, porque la sorpresa es una emoción efímera, que desaparece con facilidad. Nuestro cerebro nunca deja de buscar estímulos. Por eso hay que trabajar duro para que nuestro producto, o nosotros mismos, seamos el mayor estímulo de nuestros clientes.

Termino con unas frases de Rammstein pertenecientes a su tema Ich will (“Yo quiero”) que reflejan lo que espero conseguir de mis clientes:

Yo quiero vuestra fantasía
yo quiero vuestra energía
yo quiero ver vuestras manos
sucumbir a los aplausos